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Y la paloma voló


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Este fue el último domingo. El de las decisiones y las sorpresas. El de las emociones contenidas y el que, citando al siempre inolvidable Boby Salamanca, la jugada “estaba cantada”. Bailando en Cuba, en su primera edición –siempre me ha gustado más ese término que el de temporada (se imaginan que Coppola llamara “temporadas” a la segunda y tercera parte de El Padrino; o que las novelas de Balzac en vez de tomos fueran por temporadas); aunque sea por entregas como en su momento lo fueron algunas novelas en los periódicos—cierra sus cortinas y guarda sus luces, lentejuelas y los jurados vuelven a su rincón.
Ya habíamos anunciado que por simple Ley de Probabilidades ganaría la pareja número 8. Era bien sencillo: nunca recibieron ni una observación o reprimenda de los jurados. La confirmación estuvo en que en su última presentación fueron calificados de “artistas”; así de sencillo. Verde con pinta- diría mi abuelo- es premio.
De otra parte fue justo calificar como el mejor bailarín de la zaga al integrante de la pareja 10; y en honor a la verdad su físico recuerda al de Carlos “chiquitico” González, integrante de Danza Contemporánea de Cuba en un momento y después del Conjunto Folklórico Nacional; y quien al decir de muchos ha sido el perfecto Changó de la danza en Cuba en la segunda mitad del pasado siglo.
Sin embargo, una vez entregados los premios, controladas las emociones y felices todos, bien amerita preguntarse hasta qué punto este espacio y los premiados han de contribuir a dos de los objetivos planteados por los realizadores: rescatar el baile en Cuba y destacar el trabajo de los coreógrafos cubanos.
El primero tiene una solución sencilla y pasa por reabrir y retomar los espacios bailables en todas las ciudades, acompañado de una visión desprejuiciada de la música cubana, los músicos y los bailadores. Para nada puede resultar descabellado el usar los Círculos sociales como se hizo en los años sesenta. Habría trabajo para los músicos, espacios para recrearse y sobre todo sería la cultura cubana la gran beneficiada. Potencialmente posible y probable; que queda en manos de “…Vito Manuel…”
En lo que refiere a los coreógrafos habrá que esperar a que el programa regrese a nuestras pantallas, a menos que un golpe de suerte les sitúe nuevamente en la comidilla. Es cierto que muchos de ellos trabajan con sus compañías o forman parte de otra, pero la mar de las veces los teatros y la TV los convierten en extraños. Y aquí quisiera acotar que sería prudente un espacio donde ellos y los que no estuvieron, pero que existen y nos dan gloria, formen parte de nuestra cotidianidad.
Quisiera equivocar mi juicio, pero ese objetivo quedará en suspense, o pospuesto. Será lamentable.
A pesar de las probadas deficiencias a la hora de enfrentar determinados bailes populares (el changüí señores… el changüí…) el saldo bailable es decoroso y aunque no es Para Bailar, Aquí el que baila gana, estos, programas precedentes, hubiera sido loable que por parte de bailadores, bailarines y de los coreógrafos al público le quedaran un pasillo o una pirueta con la que enriquecer sus fiestas y su creatividad.
Si lo duda se lo ejemplifico: las piruetas de los hermanos Santos y el “paseo” de los hermanos Francia entraron al uso coreográfico popular y de academia; enriqueciendo las ruedas de casino y la imaginación de los coreógrafos de aquellos años. Tal es su impronta en el baile popular que en las academias de salsa y música cubana que pululan en muchas ciudades del mundo, se han constituido “pasos básicos”.
Bailando en Cuba regresará en meses a nuestras vidas y volveremos al ciclo de esperar “qué nos contarán esta vez y quien pedirá nuestro voto y simpatía”. Yo me creo la historia de la música donde se ha mostrado respeto y excelente sentido de selección; a medias confío en que los coreógrafos ganaran más espacio o visibilidad social y que los próximos bailadores/bailarines superen el listón que ha quedado.
Así deberá ser si se quiere saltar al futuro y devolver al baile y a la danza cubana el justipreciado lugar que merece, sobre todo cuando en nombre de “la rumba, el mambo, el son y la salsa” se cometen tantos crímenes; el mayor de ellos querernos convencer de que las piruetas, las acrobacias y los santos pesan más que la clave.
Y quien baila fuera de clave en casa del trompo le llaman patón… si no pregúntenle a Santiago Alfonso.


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