Género y salud. ¿Nuevas lecturas en tiempos de Covid-19?


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«La conjugación de las características biológicas con los patrones sociales de género, unida a las particularidades de la Covid-19 y su impacto en los diversos contextos, tienen implicaciones políticas, económicas y sociales diferentes».

Este artículo pertenece a la serie La Letra de Temas 2020. Postpandemia: ¿hacia dónde?

A raíz de haberse remontado el ápice de la Covid-19, Temas-Catalejo solicitó a un grupo de investigadores que examinaran el presente y la perspectiva para el resto del año cubano. Les pidió un diagnóstico elaborado, que escrutara a través de la propia pandemia, y en su significación no solo clínica, sino de salud pública, y en sus ramificaciones socioeconómicas, políticas, internacionales, subjetivas; así como hacia el futuro probable.

A diferencia de la nube de cifras, verdades recibidas, declaraciones, reportajes, que inundan los medios; de los deseos y recomendaciones dirigidas al gobierno y que pasan por análisis, tan abundantes en las redes; esta serie se orienta a calcular el presente y futuro del país, para verlo mejor, como un camino entre la política y su circunstancia.

Como es usual en Catalejo, La Letra de Temas 2020 se mantiene más abierta ante otros análisis que ante otras opiniones.


Las inequidades sanitarias, entendidas como «diferencias innecesarias, evitables, y además, injustas, que tienen repercusiones directas sobre las condiciones y el acceso a la salud» (Whitehead, 1991; 2000), implican el género, y justifican la tendencia creciente al estudio de la interseccionalidad, categoría que designa «el significado y la relación entre sexo, género y otros determinantes sociales, así como factores que crean inequidades sanitarias en los procesos y sistemas a nivel individual, institucional y mundial» (OMS, 2018) y que constituye una herramienta analítica para estudiar, entender y responder a las maneras en que el género se cruza con otras identidades, contribuyendo a experiencias únicas de opresión y privilegio (AWID, 2004), con peculiar relevancia en el campo de la salud. El género perpetúa inequidades sanitarias por sí solo, pues los determinantes sociales de la salud son «las normas, expectativas y funciones sociales que aumentan las tasas de exposición y la vulnerabilidad frente a los riesgos para la salud, así como la protección a los mismos» (OMS, 2018).

Los esfuerzos nacionales e internacionales en la actualidad se dirigen a corregir el desequilibrio entre mujeres y hombres frente a los recursos económicos, socioculturales y políticos (Zabala, 2018), en busca de un desarrollo en el que las relaciones de género sean equitativas. De igual manera, en el campo de la salud, esto implica trazar estrategias para lograr la igualdad frente al acceso y control de los recursos necesarios para su protección. La equidad de género es «una distribución justa de los beneficios, el poder, los recursos y las responsabilidades entre las mujeres y los hombres» (OPS, 2005).

Un estudio del presente siglo demostró que el patrón de diferencias de género en el contexto social cubano se caracteriza por el amplio espectro de la vida, que va desde los problemas de salud, sus riesgos y daños; las funciones reproductivas, productivas y comunitarias; hasta los de las esferas subjetivas y de la macroeconomía del género (Castañeda et al., 2010). Transcurrida una década del estudio, hoy se muestra un escenario con desafíos aparejados a un salto cualitativo en el desarrollo de políticas, programas sociales y de salud, dirigidos a atenuar esas diferencias, que impactan directa e indirectamente en la sociedad y en la salud de la población (Fariñas, 2019; Lezcano, 2020).

 

Comportamientos de riesgo, estereotipos y estigmas asociados al género y la salud

Actualmente, persisten comportamientos de riesgo, estereotipos y estigmas asociados al género, que actúan como patrones a escala global, que generalmente, son normas intangibles que rigen las conductas de hombres y mujeres de manera coherente, de acuerdo a sus modos de vida y formas de expresión ante la sociedad según el sexo. A los hombres se les atribuye con mayor frecuencia el liderazgo y la capacidad de tomar decisiones en el ámbito familiar y laboral, así como la principal fuente de solvencia económica del hogar (CARE, 2020; De Paz et al., 2020). En tanto, en las mujeres recae el rol de cuidadoras, así como la carga fundamental de las labores domésticas y la búsqueda de suministros para el hogar (WEF, 2020).

En Cuba, los elementos socioculturales distintivos reproducen muchos de esos patrones, aunque no de forma esquemática, reconocidos como conductas de riesgo asociadas a la feminidad vs. la masculinidad, mediados por juicios y valoraciones sociales, que crean polémicas diversas sobre sus efectos nocivos para la salud colectiva (Castañeda et al., 2010; Rivero y Hernández, 2019). Al estudiar esta variable, la academia también corre el riesgo de proveer, inconscientemente, lecturas de la sociedad que se hagan eco de estándares sociales «prejuiciados».

 

Coid-19: su impronta en la equidad de género

La Covid-19 impone que se investigue con más profundidad las inequidades de género en salud, consideradas ciencia constituida. En este sentido, diversos estudios abordan aspectos de la inmunología ligada al sexo y comportamientos asociados al género en la causalidad de la enfermedad, así como en el riesgo, la presencia y evolución diferenciada en hombres y mujeres; aspectos de los que Cuba no escapa a la generalidad, y que fueron expuestos en el artículo anterior en esta misma serie (Fonte et al., 2020), así como las comorbilidades asociadas, que predominan en hombres, lo que justifica la importancia del estudio de la interrelación del binomio sexo-edad (Ruiz, 2020). Las diferencias de género en cuanto a conductas de riesgo –como el hábito de fumar, la ingestión de bebidas alcohólicas, la falta de autocuidado, el abandono de la salud física y mental, así como trastornos del sueño y la alimentación, que son más frecuentes en hombres, y están patentadas por los preceptos de masculinidad– han sido aludidas como factores contribuyentes de las comorbilidades de la Covid-19. Abordar la pandemia desde la perspectiva de género, supone reflexionar sobre ella y sus implicaciones, mostrando las diferencias entre los sexos, que pueden ser condicionantes de su evolución, una de las más desalentadoras de la historia de la humanidad. Entre sus impactos sanitarios, económicos y sociales a escala global se reconoce la agudización de las inequidades sociales preexistentes. (Alon et al., 2020; Tali y Yaish 2020; Wenham et al., 2020).

Las medidas de enfrentamiento a la pandemia, recomendadas por la OMS, promovieron cambios de comportamientos sociales. El distanciamiento físico, la reducción de la movilidad, así como el trabajo a distancia y el cierre de instituciones socioculturales y educativas, demandaron de toda la población una mayor estancia en el hogar (OMS, 2020a). Independientemente del género, estarán en mejores condiciones financieras quienes posean estabilidad laboral y, amparados por políticas laborales y de seguridad social, realicen tareas adaptables a las medidas impuestas por las autoridades, para mantener sus ingresos (OIT, 2020). A nivel internacional, esta situación no está ajena a las estadísticas laborales por género, mediada por elementos que condicionan, en cada país, el acceso, la variedad y legalidad de los empleos, así como las políticas salariales y sociales que favorecen a los hombres.

En Cuba, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social implementó 36 medidas en materia laboral, salarial, de seguridad y asistencia social para proteger a la población. Se garantiza la protección salarial a trabajadores que permanecen fuera de sus instituciones por enfermedad, vacaciones o subsidios, a mayores de edad u otros trabajadores vulnerables, a personas que se encuentran trabajando a distancia, a madres al cuidado de sus niños; así como a las personas que permanecen en los centros de aislamientos u hospitales como casos confirmados o contactos (Silva, 2020). Las principales afectaciones salariales han estado en el sector no estatal por la interrupción de muchas de las actividades por cuenta propia, donde predominan los hombres (Colina, 2020).

Algunos estudios sugieren que, a escala global, habrá un efecto negativo sobre las oportunidades de empleo para las mujeres y sus ingresos a corto, mediano y largo plazo. (Alon, 2019; CARE, 2020; Gumber, A. y Gumber, L, 2020; Tali y Yaish, 2020). A pesar de que, en el sector de la salud, ellas representan 70%, tienen menos empleos a tiempo completo, son peor remuneradas y presentan menor estatus, reconocimiento y liderazgo que los hombres (OMS, 2020b).

En Cuba, al cierre de 2019, las mujeres representaban la mayor parte del personal de salud (71,2%) y de enfermería (87,8%), similar a cifras de otras latitudes. Ellas también constituyen un porciento elevado de médicos especialistas (63,8%), alto con respecto a tendencias globales, lo que las pondera en cuanto a desarrollo profesional y oportunidades de asumir puestos directivos (MINSAP, 2019), aunque continúan siendo los hombres quienes mayormente dirigen.

En tiempos de Covid-19, la situación laboral de muchas mujeres en el mundo se ve afectada por disimiles razones. Además, están más expuestas a contraer la enfermedad por su mayor representatividad y responsabilidades en el sector salud, en el ámbito familiar y las tareas del hogar (CARE, 2020; Wenham et al., 2020).

En Cuba, la proporción de hombres y mujeres infectados se comporta de forma similar, dando lugar a un sinnúmero de interrogantes relacionadas con género y equidad social. Por otro lado, en el confinamiento, los hombres han asumido con mayor frecuencia el rol de cuidadores y las tareas domésticas, ya sea de manera compartida o como principales responsables (cuando la mujer se mantiene trabajando y garantiza la solvencia económica). La licencia de maternidad se asume como encargo social, más allá de la condición biológica, lo que posibilita que madres, padres y abuelos(as) puedan acogerse a este decreto (MINJUS, 2014).

Permanecer en casa reduce el riesgo de enfermar, pero implica, además del teletrabajo y el cumplimiento de las encomiendas habituales, lidiar con la escasez de recursos debida a la crisis económica generada por la emergencia sanitaria mundial actual. A pesar de los esfuerzos del gobierno cubano, este escenario está matizado por las consecuencias del bloqueo y la situación socioeconómica. El Estado, para satisfacer las demandas de la población y cumplir las medidas de distanciamiento físico, adoptó la distribución equitativa de productos de primera necesidad por la canasta básica; la normalización en la venta de suministros para evitar acaparamientos; la participación de funcionarios públicos en centros comerciales; la atención diferenciada a grupos vulnerables; y el uso de un incipiente comercio electrónico. Las medidas han sido presentadas y analizadas por los medios de comunicación masiva, con predominio de resultados alentadores; sin embargo, debe seguirse consolidando lo referido a género y su impacto social. Quienes combinan todas estas responsabilidades están más sometidos a los estados emocionales negativos que genera la enfermedad, además del confinamiento, la ruptura abrupta de lo cotidiano, el aplazamiento de planes y la crisis en su sentido más amplio (Li et al., 2020). Estos factores pueden incrementar la violencia de género, que afecta fundamentalmente a las mujeres, hallazgo confirmado en el contexto actual por fuentes oficiales internacionales (UN Women y OMS, 2020; UN Women et al., 2020).

Factores individuales, familiares y de gobernanza como las condiciones de vida, la funcionalidad y resiliencia familiar, la adecuación de los roles sociales, la eficacia y confianza en las medidas de los gobiernos y sistemas de salud, el acceso a la información oportuna, veraz y contextualizada, la identificación y manejo de las inequidades sociales, y la relativa flexibilidad laboral con sus alternativas para mantener los ingresos, son transversalizados por la dimensión de género y su interconexión con otros DSS (OPS, 2005; OMS, 2018).

 

A modo de conclusión

La conjugación de las características biológicas con los patrones sociales de género, unida a las particularidades de la Covid-19 y su impacto en los diversos contextos, tienen implicaciones políticas, económicas y sociales diferentes. Aunque muchos de los elementos abordados aquí se comportan como tendencias a escala global, en contextos donde predominan las culturas machistas y patriarcales o existen inequidades de género en el plano laboral, sanitario y de seguridad social, será más complejo revertir las consecuencias negativas a corto, mediano y largo plazo de la pandemia.

Cuba muestra avances en las conquistas sociales de igualdad de género, equidad en políticas laborales, supresión de estereotipos referidos a la división sexual del trabajo y ayuda psicológica a grupos vulnerables y población en general, lo cual debe minimizar brechas de género, exacerbadas por la pandemia.

Desde esta perspectiva, se requiere una mirada crítica y reflexiva de investigadores, decisores y la sociedad, en su más amplio sentido, a sus propias concepciones de género, y redireccionarlas para atenuar los impactos de la Covid-19 en la salud, en general y en la equidad de género, en particular.

 

Referencias

Alon, T., Doepke, M., Olmstead-Rumsey, J., Tertilt, M. (2020) The impact of COVID-19 on gender equality. NBER Working Paper 26947.

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Castañeda, I. E., Corral, A., Barzaga, M. (2010) «Perfiles de género y salud en Cuba». Revista Cubana de Salud Pública, 36(2): 132-41.

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