Último Jueves: Causas y azares del delito


ultimo-jueves-causas-y-azares-del-delito
"Primeras intervenciones del debate del Último Jueves de Temas que se realizaa través del grupo de Telegram"

*Panel realizado a través del grupo de Telegram.

Panelistas:

Yan Vera Toste. Abogado de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos. Dr en ciencias juridicas. Profesor de la Facultad de Derecho. Autor de libros sobre derecho penal, entre ellos, Cuestiones sobre teoría del delito, y Autoría y participación.

Ana Hernández Martín. Msc, profesora de la Facultad de Psicología. Enseña psicologia politica y psicologia social de la desviación. Investigadora en la linea de Identidad y exclusión social entre adolescentes transgresores. Ha publicado libros y artículos sobre el tema.

Blanca Rosa Blanco. Actriz, directora y guionista de cine. Intérprete de oficiales de la polícía en series de TV, como la Mayor Tania en la serie Tras la Huella. También ha encarnado a mujeres transgresoras en series como Bajo el mismo sol. Realizadora del filme El regreso, donde encarna a una investigadora de la policía.

Rosa Campoalegre Septiem. Doctora en Ciencias Sociológicas. Coordinadora del Grupo de Estudios sobre Familia en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas. Desarrolla las líneas de investigación género, cuidados, delincuencia juvenil, violencia y prevención social, así como afrodescendencia.


  1. ¿Cuáles son las causas de las conductas delictivas?

Yan Vera: Las conductas delictivas son comportamientos humanos que se prohíben expresamente en el Código penal, ya sean como delitos stricto sensu o como conductas peligrosas (índice de peligrosidad) en el caso de Cuba. Por tanto, hablar de causas de las conductas delictivas es hablar de ellas lato sensu.

El delito es un fenómeno que guarda relación (como un elemento que se deriva de la superestructura social) con la base económica de una sociedad en un momento histórico determinado. Esta, en última instancia, determina la superestructura (valores, política, religión, derecho, etc.) y siempre la condiciona.

De lo expuesto se entiende que las causas generales del delito se encuentran en el desarrollo económico, político, axiológico, educacional, cultural de un país en un momento determinado. En la medida en que ese país sea más “pobre” en esos elementos, habrá mayor delincuencia y conductas delictivas.

Durante mucho tiempo, la doctrina criminológica de los países socialistas manejaba la “teoría de los rezagos” como forma de explicar la comisión de delitos en un sistema como ese. La propia estructura y dinámica de una sociedad en transición, cambio y evolución, como lo es una sociedad socialista genera per se delitos. Mientras no desaparezcan los elementos sociales, económicos e ideológicos que causan las conductas delictivas, ellas existirán en cualquier sociedad de las que la humanidad conoce.

Ana Hernández: Cuando hablamos de conducta delictiva, hacemos referencia a todo comportamiento que viola las normas sociales, morales y jurídicas legitimadas en una época y contexto determinado, y que genera una acción de daño sobre otra persona o patrimonio, y por tanto, conlleva sanción. Nos referimos a un tipo de conducta de naturaleza social y multifactorial, donde se requiere atender los procesos intersubjetivos que subyacen a tales comportamientos para entender sus causas y cuáles son, las transformaciones de la sociedad que van favoreciendo sus disimiles modos de expresión.

Partiendo de esto y sobre la base de los estudios que hemos realizado al respecto podemos identificar algunas causas. Entre ellas, necesidades materiales básicas insatisfechas (relativas a la sobrevivencia y a la calidad de vida) sostenidas por más de veinte años. Muy asociada a la anterior, el fuerte deterioro de valores sociales y espirituales desde la llegada de la crisis económica de los años 90, acentuado con la pandemia por Covid-19, la situación coyuntural del país, el recrudecimiento del bloqueo, la escasez de productos de primera necesidad; bajo control social de las organizaciones sociales, policiales y jurídicas que dan lugar al resquebrajamiento del cumplimiento de las leyes. Prohibición o cierre de servicios o determinadas actividades que tributan a fuentes de empleos de persona, sobre todo en situaciones de vulnerabilidad. La naturalización de determinados comportamientos, entendidos como “respuesta a la crisis” y que van formando parte del patrimonio moral de agentes de socialización con fuerte influencia en los individuos: Uso de la violencia como práctica para la resolución de problemas. El robo, percibido como “lucha”. El “tírame un salve”, como fundamento a la corrupción, soborno, estafa, en diferentes escenarios por lo general institucionales, donde hay una clara relación de poder asimétrico entre el que posee un servicio o producto demandante con baja oferta, y un sector de la población generalmente en condición de desigualdad social en relación con su alcance. Otras causas más asociadas con la propia configuración del ser humano: Tendencia al éxito a partir del tener por encima del ser, consumo acrítico de productos comunicativos importados, con valores y tipos de relaciones humanas que regodean la solución a problemas existenciales a partir de conductas relacionadas con consumo y tráfico de drogas, relaciones sexistas, racistas, prejuicios y estigmas hacia determinados grupos sociales en situación de marginación y exclusión social, donde las prácticas delictivas constituyen una herencia social que les viene dado sin entenderlo o desearlo.

Blanca Rosa: A pesar de todos los estudios realizados, no creo en el estricto esquema de las causas que provocan una conducta delictiva, cuando el escenario nunca es el mismo, cuando las circunstancias tampoco lo son y sobre todo cuando se modifica la motivación del actuante, necesidades económicas, estructura social, cultural, incluso emocional. Primero me gustaría definir qué es un delincuente. Cometer un delito, es una acción antijurídica, o sea, ya se está sometiendo a una conducta delictiva a todo aquel que no cumpla con la ley. Por tanto, creo que para evaluar las conductas delictivas hoy, sería un punto de partida el civismo, la educación total sobre el código penal. Aunque el no conocimiento de la ley no exime de culpa, sí considero que se debe educar en el conocimiento de la ley; tuviéramos menos delitos.

Rosa Campoalegre: Una aproximación preliminar a esta primera pregunta puede hacerse al indagar: ¿Cuál es el eje estructurador de las conductas delictivas, existe un punto en común? Y aquí encontramos que lo social emerge como causa prioritaria de tales conductas. De este modo, los aspectos sociales, sus causas y condicionantes devienen en predominantes, pero articulados con las tipicidades delictivas concretas. Tanto en la teoría como en la práctica han ganado peso y espacio desarrollador los enfoques que parten de este presupuesto. Sin dejar de considerar aquellos aspectos personológicos, es decir que atañen a la personalidad de los/as sujetos/as y que están mediando, sellando el cómo, el para qué y en qué sentido se delinque.

Cuando digo lo social, desde la perspectiva sociológica, estoy apelando a las múltiples relaciones, tensiones, encuentros, desencuentros, aprendizajes y prácticas de vida, que tienen las personas con respecto a la sociedad. Se trata de la comprensión de la relación sociedad –individuo, mediada por el medio social como fundamento explicativo,  punto de partida y al unísono de llegada, si el propósito es prevenir el delito.

En resumen, hay tres tipos de causas. Hay causas de carácter objetivo derivadas de las condiciones de vida y que atraviesan las condiciones subjetivas. Hay causas personológicas y de otras subjetividades con énfasis en las orientaciones de valor que regulan el comportamiento humano y las estrategias, los recursos tangibles e intangibles que movilizan las personas y que se ponen a prueba ante determinadas circunstancias especialmente complejas.

 Finalmente, encontramos las causas de índole política. Estas últimas se refiere a cómo inciden, cuál es el impacto de las políticas en la generación, crecimiento, disminución de los delitos. En este sentido, hay que fijar la atención en cómo el sistema penal y sus operadores/as pueden influir en la situación delictiva del país y cuál es el significado de ese modo de incidir, en términos de ciudadanía y derechos.

En resumen, el delito como fenómeno social, como proceso multidimensional y polifónico, tiene múltiples y complejas causas, es también multicausal.

  1. ¿Qué delitos son más significativos?

Yan Vera: La estadística delictiva en Cuba es “compartimentada”, no es pública, a diferencia de muchos países en el mundo, por lo que sería imposible ofrecer un criterio objetivo y científico a tal interrogante. Desde la experiencia práctica se puede ver tendencias dentro del estrecho marco en que se desenvuelve, pero no establecer patrones científicos y objetivos.

Como ya acotábamos, la inexistencia de una base económica básica y el agravamiento de la situación económica del país por diversos motivos ha incidido por muchos años en la superestructura social, los valores, la educación, etc. y, por ende, a nuestro juicio es la causa principal de que se cometan hechos delictivos de naturaleza patrimonial o contra la vida o integridad corporal, hechos de corrupción, violencia, etc.

Ana Hernández: A mi juicio, existe una amplia diversidad de conductas delictivas en el escenario actual, en consonancia con las emergencias del momento en que tales comportamientos se expresan. Por tanto, tienen causas, orígenes diversos, y un contenido moral con un peso importante en cada manifestación.

El robo, al igual que en otros momentos se reconoce como uno de los delitos más significativos, también el hurto y otros que atentan contra la integridad física y psicológica de las personas (violencia, amenazas, agresiones físicas y psicológicas). Otros asociados a la situación epidemiológica propiamente; relacionados con el incumplimiento en el uso del nasobuco, la interacción social en espacios públicos y privados. Otros de tipo económico, como los llamados coleros y revendedores, que ante condiciones de desigualdad en el acceso a determinados productos y la apertura de tiendas en MLC, aprovecharon para lucrar con las necesidades de una buena parte de la población.

La corrupción emerge también de manera significativa y tensa las relaciones con las instituciones del Estado, en tanto flagela la confianza que se debe depositar en estas, según su función social e institucional. En tiempos de crisis tiene un impacto mayor en la medida en que pone de relieve la pérdida de valores y la falta de control, problema que nos afecta en lo jurídico y lo político.

Aparece también como resultado del momento-contexto que se vive, un aumento de relaciones conflictivas y de considerable tensión social entre grupos polarizados desde el punto de vista político y social, que refleja el crecimiento de otras expresiones delictivas: el uso de falsas noticias, montajes audiovisuales, historias contadas a medias para manipular, desacreditar e incitar a comportamientos masivos que aumenten la incertidumbre y el desequilibrio social a través de las redes sociales. El empleo de términos estigmatizantes, excluyentes para discriminar o desvalorizar determinados comportamientos lo cual, contribuye al empleo de prácticas agresivas que laceran la dignidad humana.

Los factores que pueden estar dando lugar a esto también hay que mirarlos de cara al contexto. Entre ellos, vuelven a emerger las carencias acumuladas y la asfixia del bloqueo, el aumento descontrolado de enfermos y fallecidos por la COVID, con un sistema de salud afectado también por esa situación; los apagones de varias horas en algunas regiones. Decisiones económicas infelizmente tomadas o postergadas. Uso de la comunicación social no siempre de manera adecuada.

Blanca Rosa: Consideren mi opinión desde lo que soy, y por las oportunidades que me han tocado, interpretar  a personajes, policías y delincuentes, o sea, mi tránsito por el personaje de Doris en la novela Bajo el mismo sol, me llevó a la cárcel de mujeres, me llevó a un estudio profundo y allí conocí a seres humanos increíbles, algunas habían sido víctimas de violencia, otras cuentan sobre los  sometimientos, estafas, delitos comunes; pero, en general, las motivaciones tienen un origen en lo económico, de allí se desatan las consecuencias. Vi a muchas mujeres, pero me impresionó ver a las de edad avanzada, esas que volvían a incurrir en los mismos errores y convirtieron sus vidas en un círculo vicioso. Los delitos comunes, a los que refiere, actualmente se enmascaran en lo económico, una gran parte de ellos. Puede que no sea el móvil principal, pero una vez que se incurre ya optas por ello. Un acto que se enmascara, un segundo que pasa inadvertido como la corrupción, tan descubierto en los últimos años, cada día más visible a todos los niveles, genera una actitud de confianza en el actuante porque el peligro no es visible. La violencia es visible, es reconocible, un robo es un hecho objetivo, es la ausencia de tus bienes materiales, en una sociedad que no está del todo protegida, que las viviendas son vulnerables, no contamos con un sistema de seguridad que permita la tranquilidad absoluta, el actuante se siente cómodo en su móvil. Todos estos factores también son parte del aumento de la actividad delictiva.

Rosa Campoalegre: De cara a la segunda pregunta: ¿Qué tipo de delito es más significativo en la situación actual? Me gustaría matizar el término significativo, deslindando los aspectos cuantitativos y cualitativos.

Desde el punto de vista cualitativo el delito más significativo sigue el que se dirige contra la propiedad. Nos referimos a los delitos patrimoniales. Todo acto delictivo lesiona, implica una vulneración de derechos, en este caso los patrimoniales de los/as ciudadanos/as y las entidades. Ello representa una tendencia de continuidad de Cuba, si la comparamos con la Región latinoamericana y caribeña.

Enfocar cuáles son las causas de este comportamiento delictivo implica volver a un binomio clave constituido por el deterioro de las condiciones de vida y la llamada crisis de los valores que afecta sustancialmente a aquellos constitutivos del paradigma cívico. Entre ellos se destacan la honestidad, la honradez y la solidaridad. Toda conducta delictiva –ya sea por acción u omisión- viene acompañada de una lesión, de un daño y este elemento es definitorio de la noción de delito que marca su peligrosidad social, prevista y sancionada por la Ley Penal.

Ahora bien, desde el punto de vista cualitativo emergen otros delitos que a pesar de no presentar la envergadura de los precitados delitos patrimoniales merecen una reflexión. Son denominados mundialmente como de “Cuello blanco” por su naturaleza jurídica, agentes que protagonizan estos hechos y su alto impacto social. Delitos como la corrupción, la evasión fiscal y el fraude podrían ser ilustrativos. Todos ellos se están anclando y reconfigurando al calor de la diversificación de los tipos de propiedad, que tiene amparo legal en el nuevo texto constitucional, en el contexto del proceso de “actualización del modelo económico y social cubano”.

También, me quiero referir a las violencias, a pesar de que no existen estadísticas oficiales de carácter público, ilustro la significación de estos delitos, mediante datos del Anuario estadístico de Salud, del Ministerio de Salud Pública (2021). Este valioso documento refleja que las agresiones figuran entre las 35 causas de muerte en el país. Otro dato a dar seguimiento es el comportamiento de las causas externas entre las que figuran, los homicidios, accidentes, lesiones y suicidios.

Paralelamente, es tema clave la violencia de género y especialmente contra las mujeres definida como la pandemia en sombras por sus niveles de crecimiento durante la COVID-19 a escala mundial, según ONU-MUJERES (2020); tema que requiere mayor profundización y debate.

  1. ¿Cómo los delitos se relacionan con la crisis?

Yan Vera: Esa interrogante se enlaza directamente con la respuesta que ofrecí a la primera pregunta. Son directamente proporcionales. A mayor pobreza, agudización de desigualdades, deterioro del nivel de vida, más delito. Esto no quiere decir que la implementación de políticas preventivas y educacionales, el trabajo en los barrios más pobres y con las familias más disfuncionales, no incidan en mejorar el fenómeno, pero en última instancia: “el ser social determina a la conciencia social”, ya lo dijeron los clásicos del marxismo.

Generalmente, con el aumento de la pobreza y la marginalidad suelen manifestarse conductas violentas y contra la propiedad, de irrespeto a las leyes y sus representantes, por ejemplo, asesinatos, homicidios, lesiones, hurto, robo con fuerza en las cosas, robo con intimidación o violencia en las personas, desacato, desobediencia. También, en la esfera estatal, conductas vinculadas con la corrupción como malversación, cohecho, tráfico de influencias, falsificaciones de diferente naturaleza.

Ana Hernández: Hay una crisis económica, social, que ha tenido diferentes momentos de expresión desde finales del siglo pasado. El deterioro de valores sociales es fruto también de las necesidades que, en el orden económico, se van generando en el tiempo. Los acumulados, las tensiones entre distintos grupos sociales, las bajas motivaciones por un proyecto de vida dentro del país para muchos jóvenes, principalmente, generan respuestas ante estas coyunturas que no siempre se visualizan en la legitimidad de la norma jurídica vigente en un momento determinado y viceversa.

Por tanto, lo que acontece en el nivel social influye sobre cada individuo, aunque no de forma directa, sino refractada por la multiplicidad de pertenencias y relaciones grupales, y por las particularidades sociopsicológicas de cada grupo humano al que los individuos se integran a lo largo de sus vidas.

Según estudios en estas temáticas, de manera transversal se evidencian algunos indicadores –como el territorial, la edad, el género, la raza, la pertenencia a familias con antecedentes criminógenos, la desigualdad estructural, la reproducción de la pobreza– en determinados territorios y grupos sociales, que los complejizan y dinamizan. Ello contribuye a que algunos grupos se vean afectados de manera diferente, en diversos grados y difieran en las potencialidades y accesos plenos para enfrentar coyunturas diversas.

Es importante tener presente que cuando una persona se encuentra temporalmente en un contexto de desventaja, por ejemplo, sin escuela o centro laboral, conviviendo en familias disfuncionales, con parientes que cumplen sanciones penales o vinculadas al consumo de drogas, violentada o percibiendo violencia, con carencias afectivas, sin o con bajos recursos monetarios, están en una situación de exclusión social, pero también bajo la influencia de otros procesos concomitantes, que podrían llevar a la transgresión.

De esta forma, hay que considerar la manera en que ese medio de desventaja genera afectaciones sobre procesos psicológicos como la autoestima, la autovaloración, la satisfacción de necesidades básicas en edades tempranas, las aspiraciones futuras, los intereses y motivaciones, la personalidad, la identidad. Entender el fenómeno de la transgresión desde esta perspectiva, entonces implica una comprensión más allá de lo inmediato y visible (la conducta delictiva), al incorporar en dicho análisis causas o condicionantes políticas, sociales y económicas que estructuran las relaciones sociales y por tanto dicho comportamiento.

Blanca Rosa: No se puede vivir ajeno a la crisis, es real y lo invierto en la respuesta: para mí, los valores están en la peor de las crisis, ha sido acumulativo, no se agudizó ayer. Las diferencias generacionales, la falta de sentido de pertenencia, el no estar comprometido con un orden y una disciplina generado por esa apatía y falta de oportunidad han ido creciendo en una sociedad carente de espíritu, desorientada. No me gusta la palabra marginalidad en estos términos, creo que ha faltado voluntad para ir más adentro, usar más las palabras como herramientas y no la fuerza. Muchos menores de edad hoy son parte de ese resultado generacional sin orientación, y no son culpables, ellos no son culpables de no tener un empleo. La sociedad sí es responsable de eso, y me preocupa muchísimo que la perspectiva se pierda totalmente en la falta de orientación social y estemos contribuyendo cada día más al delito, a las soluciones inmediatas y fáciles. Viene una generación que ha nacido afectada por esa crisis, es cierto, pero eso no puede ser un eslogan.

Rosa Campoalegre: Efectivamente, el aumento del delito es una señal de crisis, porque está evidenciando dificultades en la gobernabilidad, porque está afectando uno de los bienes principales de la sociedad que es la seguridad ciudadana como componente esencial del bienestar social, del cual el Estado y la sociedad en su conjunto deben ser garantes. El crecimiento delictivo Implica el deterioro de los mecanismos del control social formal e informal en una sociedad dada, colocando en zona de riesgo la estabilidad social actual y perspectiva.

Acerca del crecimiento del delito, se impone valorar en síntesis ¿Cuáles son sus causas? Estas son muy diversas e interrelacionadas, pero dada su incidencia es preciso señalar al menos dos de ellas: las socieconómicas y las axiológicas (relacionadas con la crisis de los valores fundamentales como expresión de la crisis civilizatoria que vive la humanidad).

Estudios del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la prevención del delito dan cuenta de tres factores de alta incidencia en el auge delictivo: la precariedad de los niveles de ingreso que obstaculizan una vida digna, la inequidad de la distribución de los ingresos y la proporción de las juventudes no insertadas en actividades estudiantiles o laborales unido al insuficiente papel de determinadas familias. Entre estos factores se identifica como relevante la inequidad, en una América Latina que es la región más desigual del mundo, unido a la necesidad de la atención especial a las juventudes. Este es un asunto que también ha sido estudiado en Cuba en el campo de las familias, las desigualdades y el sistema penitenciario con vistas a estrategias de prevención de la delincuencia juvenil (Campoalegre 1998, 2005, 2009 2011, 2016).

A modo de cierre señalaría que el crecimiento del delito es una señal de crisis y tributa a la des/integración social. Un proceso detenible, a ritmo de prevención.

  1. ¿Qué déficits institucionales inciden en el aumento de los delitos?

Yan Vera: Las instituciones encargadas de aplicar la ley e impartir justicia per se no podrán resolver el problema en ninguna sociedad. Esto no quiere decir que no tengan un papel en el enfrentamiento y combate a las causas que lo generan, pero estos deben ser sistémicos (sin que se soslaye la importancia de la administración de justicia con un carácter racional y humano).

Debe partir, en primer lugar, de las familias. Debemos empoderarlas y rescatar su papel rector en la formación de valores y educación de los hijos. La escuela, en plena interacción con las familias en el trabajo educativo y formación de valores; los trabajadores sociales, en solucionar los problemas de las familias más vulnerables y disfuncionales; el comprometimiento y accionar de cada directivo, al nivel que le corresponde, en aliviar los problemas sociales y económicos de su comunidad. El arte en todas sus manifestaciones, el deporte como medio de enrumbar a personas disfuncionales en esencia.

El combate al delito debe tener un enfoque multidisciplinario, comprometido y revolucionario.

Ana Hernández: En estudios realizados sobre todo con adolescentes y jóvenes que han cometido hechos que la ley tipifica como delitos, hemos identificado algunas dificultades en la función educativa de las agencias socializadoras que los atienden y que impactan directa o indirectamente en el aumento de estos comportamientos.

La familia, como institución social por excelencia, tiende al empleo de métodos educativos inadecuados, relaciones de apego inseguro y de abandono emocional, clima sociopsicológico hostil y relaciones interpersonales entre los miembros que tienden a ser violentas y conflictivas. Además, presencia de indicadores de desajuste social que debilitan su papel como modelo o devienen modelos negativos.

Con respecto a la escuela, se evidencia la utilización de métodos educativos inadecuados como el autoritarismo y, en algunos casos, la negligencia. Hay educadores que no siempre tienen conciencia de la realidad compleja de estas personas y funcionan con estereotipos y estigmas que acentúan la discriminación hacia poblaciones “diferentes”. Cuando las estrategias educativas que se emplean para garantizar el cumplimiento de las normas sociales y de la disciplina dentro de la institución, privilegian prácticas devaluadoras, humillantes, sin dar espacio al diálogo y al entendimiento de la necesidad del control como mecanismo para la convivencia, el impacto que se genera es contrario al esperado –una obediencia acrítica por el simple hecho de que así es como debe ser, o bien una desobediencia total. Cuando la disciplina no constituye una vía para que el joven alcance su autonomía moral y su responsabilidad individual, no se garantiza entonces la interiorización de las normas y la conciencia de la responsabilidad de su comportamiento.

Con respecto a las comunidades, se aprecia una necesidad de revitalizar los actores sociales comunitarios, de empoderarlas en sus procesos de transformación social, pero no siempre ocurre así. Los agentes de control social son muy limitados en su función reguladora y los métodos educativos que se emplean son, por general, extremos o muy impositivos o muy permisivos. En territorios con altos índices de conductas delictivas se aprecia indicadores de desajuste social, muchas veces naturalizados y, por tanto, resultan de difícil transformación.

Hace poco fui a una comunidad de las llamadas “llega y pon” y allí había de todo, incluso hasta la cura de la pandemia porque nadie usaba nasobuco y no pasaba absolutamente nada al respecto. Una comunidad atendida por un consultorio médico, donde los agentes de control conocen el área, sin embargo, todo ocurre con total naturalidad y desenfado, cada uno en lo suyo. ¿Será solo un ejemplo aislado? ¿Por qué ocurre esto?

Blanca Rosa: Todos los entornos hoy son propensos a potenciar el delito, justamente por la falta de rigor institucional, por estrategias de tipo ejemplarizantes que no son educativas, se convierten en fórmulas y no todos los casos tienen los mismos orígenes, ni las mismas consecuencias. No podemos ser despiadados si queremos construir valores; dar oportunidades, ser fieles a la equivocación humana, no como norma, pero si como posibilidad. Sí confío en ofrecerles oportunidades a todos y poner a prueba la capacidad. La familia cubana está desajustada hace muchos años, transita por núcleos donde una mayoría tiene emigrantes, divorcios, madres solteras, padres solteros; niños y niñas, ancianos muy desprotegidos son blanco ideal para el error. Los programas de ayuda no son suficientes, pienso que se trataría mejor el tema desde la integración y aceptación del problema y trabajar en esa dirección, no basta con saberlo. Esa misma población convive con un entorno que es como ellos, finalmente el hombre piensa como vive.

Rosa Campoalegre: Acerca de los déficits institucionales y su incidencia en el delito, intento polemizar. Me permito asumir este asunto desde cuáles son los desafíos –no déficits- ante el auge del delito El primer desafío es la calidad de la educación, especialmente de la educación en valores dentro y fuera de la Escuela, desde la Familia; las organizaciones; el colectivo laboral;, el grupo de amigos, la comunidad, actuando diferenciadamente a partir de una plataforma común.

El segundo desafío lo constituyen las políticas sociales en clave interseccional que tomen en consideración las variables determinantes en la matriz de desigualdad social: color de la piel, género generación, territorio, situación migratoria, tipo de familias, entre otros. El reto es lograr un diseño de política social no solo para el territorio, sino desde y por el territorio, construida con la participación ciudadana, con los saberes y prácticas comunitarias. Sería una política a ciclo completo -que se diseñe, instrumente, y también sea evaluada por sus impactos en todas las esferas de la sociedad, incluyendo a los delitos se trata.

Siempre hablamos del crecimiento del delito y no reparamos lo suficiente en otros conceptos, me gustaría hablar de estructura y dinámica de la delincuencia. Ese par dialéctico nos devuelve qué sucede realmente, que delitos crecen, surgen, disminuyen y por qué, qué significado tiene, cuál es su gravedad y movilidad socio estructural, hacia dónde van.

En el tercer lugar, el mejoramiento de las condiciones de vida de la población es uno de los primeros elementos a atender, pues ellas son y serán indispensables para entender y formar la conducta humana acorde al modelo de sociedad a que se aspira. Y el delito es eso un tipo de conducta humana, disruptiva.

Por ultimo, fijo la mirada en el perfeccionamiento del Sistema de justicia penal, -Policía, Fiscalía, Tribunales y Sistema penitenciario-. Sistema requiere atemperarse a las nuevos tiempos del enfrentamiento al delito, a las nuevas demandas planteadas antes de la Pandemia, agudizadas durante ella y que previsiblemente continuarán en un contexto pospandémico.

Hoy la Pandemia ha puesto en el centro de atención el cuidado de la vida, Cómo el Sistema de justicia penal va a garantizar proteger ese cuidado de modo más eficaz en calidad de derecho universal. ¿Son suficientes los mecanismos y herramientas que tenemos, son efectivos los procedimientos que asumimos en las prácticas institucionales, acaso estamos plenamente preparados/as para afrontar estos retos. Se impone un proceso de cambio ya en construcción.

  1. ¿Cómo enfrentar el delito de manera más creativa, prevenirlo y atacar sus causas?

Yan Vera: Revisar la multiplicidad de conductas de bagatela que tenemos en nuestro Código penal y utilizar vías alternativas al proceso penal. Reforzar la preparación ética y profesional de los que hoy nos encargamos de enfrentar al delito.

Las conductas de bagatela se entrelazan con principios que la doctrina ha desarrollado como el de insignificancia o adecuación social, y tienen estrecha relación con algo que la doctrina del antiguo campo socialista definió como la esencia del delito que es la lesividad social. Cada conducta debe ser evaluada en un momento histórico determinado y, en abstracto, determinarse si tiene la lesividad social requerida para que pase al campo de lo penal o, si está regulada como delito, que se elimine del Código penal. A ese proceso se le denomina penalización y despenalización.

La ciencia del Derecho penal, a lo largo de los años, ha ido definiendo un grupo de principios que son la esencia en busca de un acercamiento a un Derecho penal democrático y que le imprimen un carácter subsidiario y de ultima ratio. Esos principios deben funcionar a la hora de evaluar en el proceso antes citado, qué conductas deberían resolverse por la vía administrativa y cuáles por la penal, atendiendo a su concreta lesividad.

La pena, para que cumpla su papel, tiene que ser justa. Y para que sea justa tiene que ser el resultado de un proceso donde se respetan las garantías del debido proceso, pero también tiene que ser individual, humana, y tener como fin esencial salvar al hombre y no castigarlo, para que per se se legitime.

El sistema penitenciario debe ser un sistema que, en su esencia, incida en la formación de valores y el mejoramiento humano. Para lograr eso muchas cosas deben ser cambiadas, empezando porque las normas que regulan su funcionamiento deben ser públicas y de total dominio, aprobadas por la Asamblea Nacional en formato de Ley, deben tener plena correspondencia con los instrumentos internacionales que regulan la materia. Debe existir clasificación para individualizar el trabajo educativo, entre muchos otros cambios.

Ana Hernández: En primer lugar, para refundar, reconstruir nuestra sociedad sobre la base de principios socialistas, hay que potenciar una relación empática, inclusiva, participativa, entre todos los cubanos que damos vida a la nación. Esto, a mi juicio, es una de las lecciones que, al menos yo, me llevo de estos dos años de pandemia, donde la crisis económica y social ha generado la expresión de diversas conductas delictivas. Hay que trabajar en los contenidos de la educación, en los valores que sostienen nuestras relaciones sociales, crear condiciones para que se expresen. Sobre todo, resulta esencial reconstruir el tejido social donde se expresan contenidos de la subjetividad que violentan, frenan, obstaculizan la puesta en práctica de políticas sociales y leyes que, desde su concepción, contribuyen al ejercicio pleno de estos principios que mencionaba hace un rato.

Si la persona comente un delito y va a prisión y allí se le violentan derechos esenciales de la vida, se daña la dignidad humana, se deshumaniza el ser humano que cometió un delito y se le asume como la conducta delictiva, sin matices, descontextualizado y sin una historia de vida, entonces lejos de favorecer su re-educación, contribuimos a perpetuarla porque lo tratamos como el delito…

Tiene que haber un equilibrio, por tanto, entre la sanción y la gravedad de la falta, entre las características de la persona que comete el delito, su posibilidad de enmendarse, de rectificar y hay que crear condiciones objetivas y subjetivas para ello.

Por otra parte, el enfrentamiento al delito debe prestar más atención a otras áreas que también pueden aportar en su prevención y que junto a la policía, los tribunales, las prisiones contribuyan a la reinserción social del sujeto. Hay que evitar, con una eficiente prevención, que las personas lleguen a las prisiones, pero también hay que lograr que estas cumplan con su labor social, con su función educativa. Hay que capacitar y sensibilizar constantemente a las personas que trabajan en estos centros. Utilizar recursos metodológicos más horizontales, participativos, sobre todo trabajar con mucha fuerza, en edades tempranas donde todavía la personalidad se está formando.

Las medidas de control son fundamentales, no se puede esperar que las personas espontáneamente asuman la ley y la cumplan. Muchas conductas delictivas ocurren hoy no por falta de conocimiento, sino por falta de control. Es necesario reconstruir la cultura jurídica, ganar en conocimiento cívico acerca de nuestros derechos como ciudadanos, pero también nuestros deberes y eso aplica para muchas de las tensiones que se han vivido en los últimos meses.

Blanca Rosa: En esta parte voy a lo que más cerca ha estado de mí, a través del personaje de Mónica, que me dio una visión más real del delito, años conviviendo con casos reales, muchas veces con los instructores que habían conocido el proceso. El rol que cumple quien aplica la ley, es muy diferente al que juzga el delito. Visité juicios donde la víctima enfocada desde el abogado de oficio parecía culpable. ¿Cómo así?, me pregunto. Creo que la justicia se ha de cumplir sobre la base de lo que representa, hacerla valer, del mismo modo que debe convivir con circunstancias muy individuales. Les hablaba antes de un caso en legítima defensa, o actuar bajo circunstancias de miedo insuperable. Pasé un año escribiendo sobre ello. Algunas preguntas nunca tuvieron respuesta justo por eso, creo que los ciudadanos, víctimas o no, merecen elegir sus defensas, y el actuar de la justicia debe valer por encima de las circunstancias, del órgano de instrucción. Muchas medidas deberían ser estudiadas; fórmulas que pueden actualizarse, modificar la ley, porque también se modifica la sociedad y el hombre, son algunas de mis inquietudes.

Quiero decir que el delito deja una secuela familiar muy condenada por la sociedad, una sociedad que se permite juzgar a la familia, que la aparta, la humilla, y eso también debe ser amonestado, nadie tiene ese derecho. Quiero hacer un llamado al respeto por las familias que tienen detenidos por causas disímiles, no son las familias las que deben ser juzgadas.

Rosa Campoalegre: Ante la interrogante de ¿Cómo enfrentar el delito de manera más creativa y eficaz? Yo diría el delito y la delincuencia, pues son dos conceptos relacionados, pero de diferente contenido y alcance. Existe un camino caracterizado por un amplio consenso internacional, al menos en el discurso, que sostiene la prevención en calidad de alternativa capaz de romper o agrietar la cadena reproducción social/intergeneracional de la delincuencia. Ello se fundamenta en sólidos principios martianos: “En prever está todo el arte de salvar”. Tales postulados informan el contenido esencial de la prevención del delito y de la delincuencia como grupo social,

La prevención, además de producir mayores resultados se hace con menos costo social humano pues atiende más, protege mejor el principio constitucional supremo consistente en el “respeto a la dignidad plena del hombre” y también moviliza con mayor visibilidad las fuerzas, las instituciones y a todos aquellas personas capaces e interesadas en contribuir a atender este fenómeno social. La prevención de la delincuencia genera un tipo específico de trabajo social y activismo comunitario con un efecto restaurador del tejido de redes a escala social.

Pero, qué hacer para que no se reproduzca, ello significa que hay que adelantarse lo que es posible solo con más aprovechamiento y diálogo de los aportes de las ciencias sociales y la toma de decisiones en este campo. Se reitera el desafío de la calidad de la ecuación, de un trabajo social renovado dentro y fuera de las instituciones penitenciarias a escala de toda la sociedad. De igual forma, se impone la evaluación de impactos de cómo una determinada política pude de manera indirecta propiciar causas y condiciones que generan el delito. Cada programa social tiene que revisitarse con ese enfoque de cortar la cadena.

Otros temas señalan el problema de desterrar la impunidad, del papel de los medios y las redes sociales en la prevención, así como la deconstruir cierta legitimidad que han adquirido en los imaginarios sociales ciertas conductas colindantes o francamente delictivas, vistos como hechos sin importancia, necesarios, “bondadosamente cotidianos”.

En este debate promueve rescatar buenas prácticas de la experiencia cubana en materia de prevención y específicamente de reeducación como el programa educativo “Por nuevos caminos”, la conversión de los centros penitenciarios en Escuelas y las instituciones penitenciares especiales para la atención a los/as jóvenes que extinguen sanciones penales de privación de libertad. Tales programas tienen la virtud que actúan directamente sobre los diferentes puntos de partida en los que se asientan brechas sociales catalizadoras del delito y la delincuencia.

 Finalmente, la idea de que la pena cumpla su función, es algo muy interesante, que ha sido y es objeto de debates en el que se observan diversos enfoques doctrinales provenientes del Derecho, la Sociología, la Psicología, la Antropología y la Historia.  Comparto mi posicionamiento al respecto: La pena es rehén de sí misma pues ha demostrado que no soluciona el problema, por lo tanto, ella vive atrapada entre el ideal social de reinserción y las prácticas cotidianas y experiencias de vida al interior de los centros penitenciarios. Este es un tema estratégico que tributa a la formación de capacidades para el cambio y en consecuencia hay que seguir trabajando en él.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte