Las construcción de la patria en "Patria" (III)
La construcción de la patria "Patria" (II)
La construcción de la patria en "Patria" (I)
IV
Las informaciones breves de interés diverso recogidas en la sección “En Casa” de Patria, muestran una especie de apuntes curiosos “vivos y útiles” y constituyeron un tejido importante para nutrir el espesor cultural del conocimiento de la patria. Posiblemente fue la mejor “crónica social” conocida para dignificar a cubanos y destacar el decoro de sus actuaciones en Estados Unidos, además de incluir anécdotas patrióticas, noticias de actualidad, lo mismo una visita de un compatriota destacado a Nueva York, un velorio, un matrimonio o la reseña de un libro. En párrafos breves noticiosos de gran variedad, se mencionan sociedades de socorro, fraternales o masónicas para auxiliar a cubanos y puertorriqueños, y se le hace honor a la Sociedad de Beneficencia Cubana; se anuncian proyectos culturales y se resaltan triunfos académicos de coterráneos, ya fuera en ciencias farmacéuticas, ingeniería de acueductos en algunas ciudades, o la cultura artística y literaria.
Está al tanto de éxitos de cubanos establecidos en Estados Unidos que la publicación subraya, como el de Evaristo Calves, digno comerciante de tabaco en Filadelfia. Saluda la visita a Nueva York del indómito poeta Diego Vicente Tejera, con sus versos llenos de amor por Cuba; del periodista Juan Gualberto Gómez; del ensayista Raimundo Cabrera; del novelista Nicolás Heredia; del coronel Fernando Figueredo; del traductor Francisco Sellén; del profesor de canto y piano Emilio Agramonte ─y destaca el valor de su Escuela de Ópera y Oratorio─; del pintor y profesor de idiomas Federico Edelman; del conferencista Luis Baralt y de su éxito en París;… Muchos de esos cubanos hacían escala en Nueva York de visita a Europa.
Celebra las actuaciones de la pianista puertorriqueña Ana Otero, la llegada del general venezolano Julio Sarría, la Imprenta América del puertorriqueño Sotero Figueroa, la Casa Editorial Hispanoamericana del venezolano César Zumeta, etc. No pocos hispanoamericanos aparecieron en las páginas de Patria, como parte de una estrategia de contribuir al conocimiento de las patrias latinoamericanas. Reseña libros como el cuaderno Flores y letras, dedicado a la mujer venezolana, o un soneto del poeta modernista cubano Augusto de Armas, todavía hoy un tanto olvidado. Destaca la muerte de Salvador Cisneros o de la madre de Bernabé Varona, Bembeta, Juana de Dios Varona, entre otros obituarios. Anuncia el matrimonio de Piedad Zenea, la hija del poeta, con el periodista Emilio Bobadilla, Fray Candil. Incorpora una anécdota en que se demuestra la grandeza de Abraham Lincoln, y se ponía de manifiesto su vida sencilla, un valor que estaban abandonando entonces los estadounidenses.
No son pocas las acotaciones infiltradas en la sección, en que se demuestra la extraordinaria proyección del pensamiento martiano. En uno de sus capítulos, se comenta: “Es cubano todo americano de nuestra América y en Cuba no peleamos por la libertad humana solamente; ni por el bienestar imposible bajo un gobierno de conquista y un servicio de sobornos, ni por el bien exclusivo de la isla idolatrada, que nos ilumina y fortalece con su simple nombre: peleamos en Cuba para asegurar, con la nuestra, la independencia hispanoamericana; (“En Casa”, Patria, 18 de junio de 1892; en ob. cit., t. 5, p. 375. El énfasis es mío). Hasta estos textos sencillos y breves se aprovechaban para dar a conocer que la independencia cubana formaba parte de una mayor, cuya idea en esos momentos se había abandonado, y la iniciativa dejada a los gobernantes de Estados Unidos. Este error histórico se continuó en la siguiente centuria, y hoy es una tragedia.
Los textos estaban desprovistos de cualquier prejuicio social o resentimiento de clase, pues lo más importante era unir. En envío de enero de 1895, glosa la muerte de Manuel Barranco, a quien le había dedicado ya un trabajo, “aquel cubano incorrupto, del que no se envileció con la riqueza. […] floridanos y cubanos lamentan en voz alta la desaparición del fabricante activo, del comerciante intrépido, del hombre ansioso del bienestar de sus semejantes. Él quería casas anchas para el pueblo nuevo, casa anchas y elegantes para los trabajadores […] quería recreos honestos, hogares claros que convidan a la felicidad, escuelas seguras y amplias, donde quepa todo el mundo, teatro puro, de virtud y de patria” (“En Casa”, Patria, 2 de enero de 1895; en ob. cit., t. 5, p. 463. El énfasis es mío.). Sabía que en Patria debían caber todos los cubanos buenos, sin importar su riqueza.
A punto de comenzar la Guerra de Independencia, el Apóstol demostraba en su trascendente pensamiento emancipador, la proyección para garantizar después del triunfo republicano, la urgente prioridad de la unidad antillana como paso previo a la unión de América Latina, frente al avasallador proceso de modernización mundial y el posible agrupamiento de bloques muy poderosos, frente a los cuales los países latinoamericanos estaban en desventaja. Martí se volvía muy peligroso para los plutócratas de los grandes centros de poder de la modernidad capitalista, tanto en Europa como en Estados Unidos. Enfrentó en Patria muchas batallas al mismo tiempo: contra el avivamiento del miedo a la “guerra de razas”, con la participación de cubanos en Jamaica y Haití; contra el moribundo autonomismo y el latente y enmascarado anexionismo que a finales del siglo tomaba varias formas, desde la posible compra de Cuba hasta la intervención en la guerra que presentía. No en balde también debió enfrentar calumnias para desacreditarlo, como las falsedades aparecidas en el Diario de la Marina en noviembre de 1894, en que se describía “un plan revolucionario del señor Martí” y lo presentaban como un loco revoltoso, o las denunciadas en Patria, en que se desmentía la noticia falsa de una supuesta gestión de Martí, que exigía miles de dólares bajo amenaza, como si fuera un hampón.
Más allá de lo inmediato, los artículos de Martí tuvieron una visión estratégica de la construcción patriótica, no solo para Cuba, sino para América. Nadie entonces veía con tanta claridad esta urgencia. En la conmemoración del tercer año del Partido Revolucionario Cubano, el Apóstol lo señala como “el alma de la Revolución” por su imprescindible proyección política para guiar la organización militar, e identifica el principal riesgo o desafío: “El peligro de nuestra sociedad estaría en conceder demasiado al empedernido espíritu colonial, que quedará hoceando en las raíces mismas de la república, como si el gobierno de la patria fuese prioridad natural de los que menos sacrifican por servirla, y más cerca están de ofrecerla al extranjero, de comprometer con la entrega de Cuba a un interés hostil y desdeñoso, la independencia de las naciones americanas…” (“El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, Patria, Nueva York, 17 de abril de 1894; en ob. cit., t. 3, p. 140). Este peligro no solo era de Cuba, sino de toda América Latina.
El legado del Apóstol incluye la clara noción de que para tener una sólida patria independiente en Cuba, Puerto Rico y el resto de las Antillas dentro del nuevo contexto continental y planetario, era necesario darse cuenta de la importancia de lo que ello representaba en la larga duración, y lo que significaba la independencia real y eficaz de los pueblos más débiles y cercanos a la entrada de América Latina, para el equilibrio de la humanidad: “En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder, ─mero fortín de la Roma americana;─ y si libres ─y dignas de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora─ serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del Norte, que en el desarrollo de su territorio ─por desdicha, feudal ya, y repartido en secciones hostiles─ hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ella abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo. ─No a mano ligera, sino como con conciencia de siglos, se ha de componer la vida nueva de las Antillas redimidas” (Ibídem, p. 142. El énfasis es mío).
La construcción de la patria en Patria deja un legado no solo para aquellos momentos ni solo para Cuba o América, sino para el mundo. Casi siempre se cita en su brevedad “Patria es humanidad”, pero la cita completa aparece en su última participación en el periódico, antes de marchar a pelear en los campos de Cuba. A propósito de saludar la creación de la Revista Literaria Dominicense, El Apóstol introduce un comentario en que se puede comprobar hasta dónde había llegado la madurez de su pensamiento emancipador: “Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer; ─ y ni se ha de permitir que con el engaño del santo nombre se defienda a monarquías inútiles, religiones ventrudas o políticas descaradas y hambronas, ni porque a estos pecados se dé a menudo el nombre de patria, ha de negarse el hombre a cumplir su deber de humanidad, en la porción de ella que tiene más cerca. Esto es luz, y del sol no se sale. Patria es eso”. (“En Casa”, Patria, 26 de enero de 1895; en ob. cit., t. 5, p. 468. El énfasis es mío).
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