El sometimiento de objetos destinados a un propósito y usados para otro es un proceso que cobra vigencia en las sociedades actuales, abarrotadas de una diversidad de desechos con los que nunca imaginamos convivir, que se reciclan para hacerlos renacer, tomando en ocasiones como referencia para nombrarlos ciertas semejanzas con otros cercanos o conocidos. Entre nosotros quizás el rey del multiuso sea el envase plástico para refrescos, el socorrido “pepino”: vaso, búcaro, portalápices, regadera, depósito de gasolina para pasar directo al carburador, colector de orina cuando se usa sonda uretral, termo, molde para gelatina…; el empleo emergente del carné de identidad como cuchara, aunque particularmente antihigiénico, es más frecuente de lo que pensamos, y si hablara de la jabita de nailon (antes llamada Cubalse), este escrito no tendría fin.
A veces intervienen la creatividad y la imaginación, pero el paso al ready made, al trash art, a la realización material de un objeto artístico requiere espiritualidad y habilidades no comunes para que determinados cuerpos, transformados de maneras muy lejanas a su función primigenia, conmuevan nuestra sensibilidad. Los resultados pueden ser infinitos cuando la imaginación artística se dispara, y si se desea verificar esta experiencia, basta repasar las páginas del libro dedicado a la poética sin límites de Tomás Núñez, Johny, quien de herrero se transforma en orfebre y de alfarero en gran artista para conseguir un sólido y coherente discurso en una trayectoria de acreditación internacional.
Tuercas y tornillos inservibles, nudos o codos de plomería herrumbrosos, muelles y flejes oxidados, dientes de peces… después de un paciente e imaginativo proceso de solución artística, se convierten en parte de un objeto completamente diferente por la magia del sentido estético del reciclaje y el ensamblaje. Cada componente cobra otra vida como parte de otro nacimiento, esta vez del espíritu, bajo la intuición transformativa y por el milagro de la creación. No hay barreras. Las figuras de hierro, cerámica, piedra o cristal ahora son puestas al servicio de un fascinador arte, a veces acomodados como esculturas en contrastantes ambientes íntimos o en paisajes abiertos. Detrás de cada pieza hay paciente observación, instinto cultivado, para realizar proyectos de abstracción que desafían lo real. Ha sido evidente la inquieta búsqueda, no solo para imitar a la naturaleza en la que el Johny vivió desde niño, sino también para intentar crearla, con la convicción de que los artistas visuales son dioses del espacio que retan al tiempo.
Se siente su humildad aun cuando no lo conozcamos. Su obra la revela. Puede percibirse la preocupación por el detalle de quien ha trabajado con los maestros, observando cada momento de la creación. No se oculta para reconocer a mentores como Sosabravo, y el crecimiento se hizo notable cuando decidió medirse en concursos de escultura. Más que enseñanza académica, el artista aprehendió los códigos en la práctica y se insertó junto a un grupo de su generación en el arte tridimensional e interactivo, después de que los discursos racionalistas de la modernidad entraran en crisis. La persistencia y el talento prevalecieron, y comenzó a ser reconocido por los especialistas en esa yuxtaposición para encontrar la poesía de las formas. Su autodidactismo afianzó la búsqueda individual de la información requerida para experimentar y profundizar en el hallazgo de una poética propia.
Catarsis, 2014.
Serie Catarsis
Cemento y cerámica
100 x70x20'
Algunas personas desconocen o se resisten a considerar las posibilidades de los “tarecos” degradados, pedazos de hierro o piezas desechadas por inútiles ya para los fines con que fueron producidas, la mayoría de las veces tirados a la basura. Sorprende la capacidad del artista para concederles “dignidad” y resignificarlos, a veces a contrapelo de su apariencia o propiedades, transformándolos en refinadas piezas de arte a partir de su rusticidad o deterioro. Tomás Núñez nos pone a soñar mediante materiales y cosas que nadie creyó que tuvieran ese destino, y el encantamiento se acompaña de la destreza técnica y de una laboriosidad pasmosa. Su verdad expresiva se sostiene con indudable capacidad artística y habilidades manuales para hacer arte donde la mayoría solo vimos un montón de hierros, un madero maltratado por el salitre, un celular obsoleto, una llave que ya no abre ninguna puerta, un reloj que, como pedía la canción, ya no marca las horas.
Los artefactos de Núñez después de ensamblados ganan un lugar en el espacio del arte que hace olvidar su pasado, resucitan en una pieza cuyo lirismo se acentúa por el juego y el sentido lúdico que les incorpora, aun cuando se acomodan en collages como si fueran pintura de caballete. El simbolismo encarnado en sus obras en piedra, semejantes a tótems, proyecta una diversidad de atributos y significados asociada a la identidad o al legado de una idea, transgrediendo el sentido antiguo de esos monumentos. Sus columnas asumen una narrativa que da cuenta de lo vivido. Algunas de sus piezas monumentales llevan intrínsecas provocaciones no declaradas, y cierta sugerente picardía se refuerza con los títulos. Las asociaciones discursivas entre formas, materiales y resultados sostienen su poética distintiva. Las visitaciones recurrentes a los temas marinos transversalizan la obra de Johny y constituyen un sutil llamado ambientalista, y aunque no lo parezca, la presencia de relojes inesperados denuncia su preocupación por el tiempo. Sabe integrar bajo una idea elementos dispersos convertidos en tema, y sus personajes resumen irónicamente comportamientos humanos sintetizados en un golpe de mirada. Utiliza de manera discreta el color y trae a debate una vez más la polémica de lo feo poniéndole, como Teresita Fernández, un poco de amor.
Tótem ceremonial, 2009
Piedra de cantera Imanta
1.90 x 0.80 x 3.00 m
Jalisco,Mexico.
Imaginar unidad entre cemento o cerámica y metal desechado, o encontrar un argumento en trozos de metales dispersos, requiere de profundos y agudos procesos de observación e introspección, asumidos por un espíritu minucioso, humilde y paciente. La intervención artística de espacios públicos o la escultura ambiental, logran emplazamientos en Cuba y en el extranjero integrados al paisaje; quizás tal seres provenientes de exoplanetas acomodados en una avenida para dirigir el tránsito, o como mensajes dejados por extraterrestes. También su obra es capaz de reforzar la elegancia de sofisticados espacios interiores, a partir de lo deteriorado, lo inservible, lo rústico… En las combinaciones de sus pequeñas armazones ingeniosas habitan entes zoomórficos y robots, y concreta resultados partiendo de pedazos de metales que pueden terminar siendo un cuerno o una antena. De ahí pasa al robusto tronco convertido en tótem, las inmensas columnas tatuadas, los monumentales muros o a las losas de cerámica, posiblemente el tramo más colorido de su producción, pues en el resto hay una tendencia a “rebajar el color”.
Picotero, 2002
Metal
60 x 50 x 14 cm
El Johny es un mago inventando formas, como paraguas o pájaros donde había clavos, o un pico y un candado. Los materiales se doblegan a su antojo, lo obedecen si concibe una cerámica artística, un barro transmutado en metal o las técnicas mixtas sobre lienzo o cartulina. No hay fronteras. El arte instalativo posibilita combinar fibras con barro, cerámica con materiales diversos, incluidos cables y enseres de computadoras víctimas de una obsolescencia tecnológica que nos obliga al consumismo, aun si fuera no deseado . Una ruleta de símbolos incluye acrílico, metal, madera, plástico… La resina sirve hasta en la piedra, y a veces acude a una fina orfebrería. Las expresiones artísticas no tienen límites cuando usa todo lo que se encuentra a su paso o encuentran manos amigas para él; el creador está dispuesto a ser el Hacedor de un arte que incorpora desde el mármol hasta los desechos. Integra fibras, sustancias y materias que terminan siendo objeto artístico de origen misterioso, lo mismo devueltos a la orilla por el mar que descubiertos entre los “descartes” de un taller de mecánica. El vidrio también se doblega, combinándose con la cerámica o el ferrocemento. Una llave o un celular inservible, una cuchilla de molino manual o las aspas de un ventilador constituyen una materia prima artística. Como un dios sueña el esqueleto y la forma principal, y de ahí va incorporando lo mismo una rueda dentada que una llave de extensión.
Las naturalezas muertas tridimensionales como las colas y las aletas de los peces, se reiteran en el metal y en la piedra, y esperan diferentes interpretaciones. Las máscaras son agresivas, y para algunos, explícitas; con su tema recurrente, y los matices en sus mensajes. Las bailarinas quedan atrapadas en un instante del movimiento, sin posar, y proponen múltiples puntos de observación. Objetos y personajes surgen de la alquimia de su creador, especialmente hábil para provocar un diálogo entre la pieza y su título. Una fauna marina pequeña y numerosa se desperdiga en simulación lúdica y la abundancia reunida cerca de la Isla formula discursos del retorno. Los personajes generalmente miran al cielo con los ojos entornados. Las leyendas y los mitos se esconden entre títulos y piezas. Los plurales mensajes de algunas de sus “cacharrerías” invitan a pensar en el mundo donde vivimos. Problematiza sutilmente temas como la migración o enmascara informaciones: nada es evidente, desde una gran puerta que no es la del paraíso, la virgen del naufragio, el mar Caribe por donde anda un barco o la maleta del viaje. Otras veces estamos ante un pez inmenso, herrumbroso, titulado “marea negra”. Sus puzles logran unidad temática y mensaje polémico. El nivel de sugerencia conceptual contribuye a reforzar la ambigüedad propia del arte, a ratos desde leves o inocentes maneras. El artista nos enseña, más que a mirar, a ver, por lo que a sus exposiciones hay que ir con tiempo para regodearse en los detalles.
Uno de los regalos más significativos de su obra es la composición. La elección libre de materiales y formas para conseguir de manera sintética un arreglo con figuras y accesorios que tributen a la representación ─lo mismo dentro de una pieza que en un espacio─, es uno de sus valores conceptuales más logrados; baste observar con detenimiento las partes y los acompañamientos que rigen el conjunto y poner atención en cómo se combinan, ya sea en sus tótems o en sus piezas de salón. Las unidades individuales de una obra no siempre están conectadas; a veces domina un dispositivo insignificante pero evidente gracias el titulaje; en ocasiones se esconde la esencia y el título sólo la insinúa. No hay reglas. La distribución coherente y singular en el lenguaje visual, si bien marca un sello de organización compositiva diverso, tributa en cada caso a una originalidad exclusiva, más allá de dimensiones, técnicas o materiales. Sus retablos y series logran la madurez de un autor cuya contribución a la cerámica artística en Cuba es continuadora de los grandes maestros que le dieron inicio, y que él perpetúa no solo en su obra, sino en su condición de promotor cultural, una dimensión de su personalidad coherente con su sencillez y vocación de servicio.
Plato, 2019
Cerámica y vidrios
40 cm diámetro
El libro Tomás Núñez (Johny): una poética sin límites, publicado bajo el sello ArteCubano Ediciones del Consejo Nacional de las Artes Plásticas del Ministerio de Cultura, ha sido posible gracias al empeño y la dedicación de muchas personas: la prolija edición de Silvana Garriga e Iris Gorostola; el creativo diseño de Gretel Ruíz-Calderón; la fotografía multinacional de los cubanos Ricardo Elías, Juan Carlos Romero, Boris Muriedas y Dennys San Jorge, del español-cubano Miguel Marota, del colombiano Jorge Idarraga, el mexicano Arturo Hernández, el brasileño Renato Brunelo, el español Leo García Enguita, el costarricense Vicente Núñez y el alemán Matthías Wambola Klatt. Su impecable impresión corrió a cargo de Selvi Artes Gráficas, de Valencia, España, y fue financiado por Ken Hardin y Armando Maiquez Tres ensayos iluminan la variedad expuesta: Rafael Acosta de Arriba identifica la trayectoria del artista, valora sus fuentes nutricias y el momento de su irrupción en el panorama plástico de la Isla, e indaga, apoyándose además en otros especialistas, en la poética del Johny; Virginia Alberdi examina el proceso de su arte, y Clara Astiasarán llama la atención sobre la riqueza conceptual de sus obras con plena comunicación natural y social.
Acompañan, asimismo, la amplia reproducción cronológica de la producción de Núñez, fragmentos de textos de estudiosos del arte como Leonardo Carvajalino, Alejandro G. Alonso, Mónica Fernández Salinas, Indira Carrillo Álvarez, Tomás Lara Franquis, Elvia Rosa Castro, Silvia Llanes, Rosemary Rodríguez, Beatriz Hernández Jiménez y consideraciones del propio artista, que interpretan, comentan, valoran o amplían la diversidad y excelencia del catálogo autoral expuesto en el libro. Tampoco se descuida el peso de una faceta inseparable del quehacer de Núñez: la restauración de su casa de Corral Falso 259 en Guanabacoa, no solo lo dotó de un taller, sino que posibilitó la creación de un espacio expositivo a disposición de sus colegas, un paradisíaco jardín de esculturas y un proyecto de extensión cultural que incluye conferencias, presentaciones, encuentros, conciertos, talleres con niños…
El hermoso volumen Tomás Núñez (Johny): Una poética sin límites, presentado en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, ofrece un justo retrato de este alquimista de la belleza sensorial recobrada, un artista que no deja morir los objetos y les brinda una segunda oportunidad sobre la Tierra.
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