La construcción de la patria en “Patria” (I)
II
Un grupo de previsiones debía alertar Patria relacionadas con la ideología para cuando se tuviera patria; no solo mediante temas directos, ni tampoco con artículos evidentes. La amplia y compleja política de la Revolución necesitaba divulgación, precisión, constancia, pero también sutileza e intencionalidad no declarada, para lograr efectividad, eficacia y éxito. No solo se usaba la publicidad, teniendo en cuenta el interés del receptor, sino que se hacía oportuna propaganda, mediante argumentos convincentes y razones bien explicadas. Además, Martí desplegó una dinámica campaña de agitación como proceso sistemático y temprano para preparar la guerra. Sus abundantes cartas personales para tratar asuntos privados que requerían discreción, tributaron a objetivos supremos de la independencia y a la libertad, como otro conducto para intercambiar ideas: el epistolario fue el más íntimo y sutil de los canales, y a veces, el más efectivo. Los discursos públicos, la mayoría explícitos, y en ocasiones encendidos de pasión y fe, resultaron muy polémicos, pero tocaron corazones y avivaron el pensamiento. Todos los canales debían consolidar la ideología política del Partido Revolucionario Cubano para la patria venidera.
En el periódico se destacaban el entusiasmo de Lares y el espíritu de Guáimaro, y se mantenía viva la comunicación con los clubes revolucionarios con vistas a lograr, más allá de unidad, su natural cohesión; en los artículos se daban a conocer los funcionarios electos y las opiniones de los patriotas, se esclarecían dudas y se educaba al ciudadano, sin didactismos y con belleza. Patria se convirtió en vocero confiable para la comunicación de los patriotas, y para “la unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, [pues] […] el pensamiento se ha de ver en las obras” (“Generoso deseo”, Patria, 30 de abril de 1892; en ob. cit., t. 1, p. 424. El énfasis es mío). Este celo y ocupación no fueron gratuitos, pues conocía muy bien “…la arbitrariedad y arrogancia o el espíritu personal y perturbador con que dirigieron a las emigraciones en la guerra pasada las Juntas supremas…” (“Carta al Presidente del Club José María Heredia”, 25 de mayo, 1892; en ob. cit., t. 1, p. 459. El énfasis es mío). El Apóstol se negaba a cometer los mismos errores.
Además de la ofensiva autonomista española, Martí debió enfrentar la resaca del anexionismo, las dos ideologías perturbadoras y enemigas: él sabía que se trataba de dos frentes ideológicos abiertos contra la guerra de independencia. El periódico del Partido arremetía en 1893 contra el “remedio anexionista”. Profundizaba en el origen esclavista de la anexión y en la falta de transparencia de esa línea política, esbozada de manera misteriosa por una docena de personas con gran poderío económico. Esclarecía el tema e iba a sus esencias: “…la creencia honrada de muchos cubanos en la ineptitud de Cuba para su propia redención, y la opinión de ruindad constitucional e irredimible incompetencia en que nos tiene el pueblo de los Estados Unidos, por ignorancia y preocupación, por la propaganda maligna de los políticos ambiciosos, y por el justo desdén del hombre libre al esclavo” (“El remedio anexionista”, Patria, Nueva York, 2 de julio de 1892; en ob. cit., t. 2, p. 48). En su completo análisis sobre el posible atractivo de la anexión para algunos cubanos, precisa dos fuentes: una limpia e ingenua, y otra inducida y perversa, pero la sincera voluntad de muchos anexionistas del primer grupo demora la imprescindible independencia de los cubanos. Estaba convencido que esta línea política persistiría, y profetizaba: “Mañana, por causas menos atendibles de nuestra política interior, perturbará nuestra república” (Ibídem, p. 49).
La creación de los clubes revolucionarios formó parte de la inicial agenda del periódico: los primeros clubes que se informaron fueron el Ignacio Agramonte, de Filadelfia, y Los Macheteros, de Atlanta; más adelante, los Independientes de Cubanacán, con unos 50 jóvenes cubanos recién llegados; todos fundados en marzo de 1892. Los Independientes de Cuba, constituido en Nueva York y Cayo Hueso, surgió en abril, así como el Club Político Cubano de Ocala y Los Intransigentes de Nueva Orleans. En junio se sumó a la red el club Boriquen y Betances. En agosto de 1893, el Güira de Melena se estableció entre Nueva York, el Cayo y México; en ese mes se informó que había surgido también el de Thomasville. Como se puede comprobar, se informaba la aparición de cada club y se creó un tejido notable en varios sitios de los Estados Unidos.
Patria atendía con regularidad el desarrollo de los clubes que apoyaban a la Revolución mediante la corresponsalía del Delegado; en sus contactos con ellos se valoraba la importancia de las necesarias expediciones para mantener la Revolución. Martí dictaba conferencias y promovía reuniones de adhesión al Partido; aprovechaba sus viajes para destacar lugares donde estaban enterrados los restos de insignes patriotas cubanos, como Félix Varela, con el propósito de venerarlos y mantener viva su memoria independentista. Respondía, como contrapropaganda, las versiones manipuladas en periódicos de Estados Unidos, como el Evening Telegraph, de Filadelfia, sobre la anexión, o contestaba desafíos como sucedió en Tampa con cinco provocadores; estaba al tanto de las opiniones en la prensa en ese país relacionadas con la independencia de Cuba y del espionaje español.
Como representante de Patria, iba y venía por todo el territorio estadounidense, de ahí que se mantuviera informado “de primera mano” y pudiera ofrecer “Recomendaciones” a quienes estaban en otro sitio, “para bien de toda la Isla y de todos sus habitantes, y de acuerdo con ella, y no para la satisfacción parcial de un grupo de cubanos hostil a los demás grupos, ni para servir pensamiento personal alguno. […] [sino] para fomentar y hacer imperar el carácter natural del cubano, suficiente a la república pacífica, y para impedir que so pretexto de independencia, se adueñen de la revolución los caracteres desconfiados, autocráticos o extranjerizos que impedirían el triunfo de la guerra y de la paz cordial después de ella. […] para el beneficio equitativo de todas las clases, y no para el exclusivo de una sola, por lo que se ha de recomendar a los soberbios el reconocimiento fraternal de la capacidad humana de los humildes, y a los humildes la vigilancia indulgente e infatigable de su derecho, y el perdón de los soberbios” (“Recomendaciones”, Patria, 3 de septiembre, 1892; en ob. cit., t. 2, pp. 155-156. El énfasis es mío), encomiendas extensivas a la república por venir. Por otra parte argumentaba que la libertad solo podía ser deseada “sin tratos peligrosos con los pueblos de composición diversa, en América o Europa, de quien no pueda venirnos una ayuda desinteresada” (Ibídem, p. 155).
A un año de la fundación de Patria, escribió: “La república, en Puerto Rico como en Cuba, no será el predominio injusto de una clase de cubanos sobre las demás, sino el equilibrio abierto y sincero de todas las fuerzas reales del país, y del pensamiento y deseo libres de los cubanos todos. No queremos redimirnos de una tiranía para entrar en otra. No queremos salir de una hipocresía para caer en otra. Amamos a la libertad, porque en ella vemos la verdad. Moriremos por la libertad verdadera; no por la libertad que sirve de pretexto para mantener a unos hombres en el goce excesivo, y a otros en el dolor innecesario” (“¡Vengo a darte Patria! Puerto Rico y Cuba”, Patria, 14 de marzo de 1893; en ob. cit., t. 2, p. 255. El énfasis es mío) ─desgraciadamente el destino de Puerto Rico se fue alejando cada vez más de tales anhelos. Martí estaba seguro de que una vez constituida la república libre, tanto en un país como en el otro, el gobierno de cada uno tendría la titánica tarea de garantizar la justicia, pues en su ideario emancipador, esta se encontraba indisolublemente vinculada a la libertad.
El Apóstol en Patria sentaba las bases para la edificación ideológica de la patria por venir. Precisaba las concepciones erradas heredadas del vasallaje a Europa después de la derrota del colonialismo español: la enfermedad republicana de la “colonialidad” en la nueva república. Insistía en que entre la opinión personal del representante de un partido y su responsabilidad en la toma de decisiones, debía mediar de manera decisiva el consenso de los representados, y fue claro al lanzar la consigna de: “¡Barrimos a la Persona! ¡Servimos a la Patria!” (“Persona y patria”, Patria, 1.0 de abril de 1893; en ob. cit., t. 2, p. 278).
Por otra parte, esclareció muchas veces y de diferentes maneras la falsedad del concepto de “raza”. Quitó las máscaras a los nuevos “consejeros” autonomistas. Separó la crisis de la sociedad estadounidense que arrastraba problemas de las antiguas monarquías bajo tierras sin raíces, del sentimiento patriótico inspirado por el Partido Revolucionario Cubano para hacer una revolución en una isla cuya sociedad poseía una firme identidad cultural unitaria. Supo que la pobreza no hacía disminuir el fervor en la lucha por la patria, y ponía de ejemplo a Benito Juárez, quien “echó un imperio al mar y supo desafiar la pobreza con honor, reconquistó y aseguró la independencia de su pueblo” (“Pobreza y patria”, Patria, Nueva York, 9 de diciembre de 1893; en ob. cit., t. 2, p. 372).
Un año antes de que comenzara la Guerra de Independencia, Patria se preguntaba cómo era el año nuevo para los cubanos, y se respondía que con una miseria creciente, la limosna en los hospitales, la falta de trabajo, los dolores y necesidades en su pueblo, con pocos ricos que emigraban y muchos pobres que sin casa y sin mesa fueron expulsados de las ciudades, bajo el hambre. En otro artículo Martí escribía que el gobierno de España ofrecía un plato de lentejas para paliar la situación y engañar al hombre negro que recibía una “libertad” sin patria. En “A Cuba”, de 1894. explicaba la verdadera historia de los cubanos en la Florida; los trabajadores de la Isla fueron los que animaron las industrias en Tampa, que antes había sido una “costa muerta”, para convertirla en el primer puerto de la Florida; en Cayo Hueso, los cubanos amaron tanto esa tierra de asilo que la engrandecieron en poco tiempo, y argumentaba el valor y la dignidad de sus compatriotas en los Estados Unidos, aunque aseguraba que no había hombres completos sin su patria, ni patria conquistada sin libertad y justicia; este artículo despertó tanta simpatía, incluso como información para los estadounidenses, que lo tradujo al inglés y salió como suplemento del periódico, una forma de influir más en la opinión pública norteamericana.
Todos los artículos del periódico escritos por Martí mantenían vigilancia permanente sobre la conducta de ciertos revolucionarios que, acumulando merecimientos de guerra y sacrificio, se aprovechaban de ellos para obtener beneficios personales, y atesoraban un poder y prestigio peligrosos para después del triunfo. Baste revisar “La revolución”; allí se pronunciaba contra los oportunistas que se montaban en el carro de la revolución por conveniencia y no para hacer patria, sino para ganar méritos, y competían entre ellos usando tácticas que conocía muy bien: “El oficio de los libertadores no es devorarse entre sí, y codearse unos a otros ante la muchedumbre, […] el oficio de los libertadores no es alquilar elocuencias, pagar plumas, adular a satélites, acaudillar bandos, asalariar hipócritas, pensionar desvergüenzas: ni ir de oído en oído cosquillando el patriotismo, mendigando el cumplimiento del deber […]. Los que trabajan para sí o para su popularidad o para mantenerse siempre donde se aplauda o se vea, sin ver el daño que a su patria causen, publicarán su actividad, por no parecer inactivos; hablarán hinchadamente porque no se les tache de moderados; vocearán a todos los vientos lo que hacen, para que se les premie y se le vitoree […]. Los que no trabajan para sí, sino para la patria; los que no aman la popularidad, sino el pueblo […] no necesitan lisonja ni carteo, con los que no sacan de la vanidad su patriotismo sino de la virtud, llevan adelante, aunque de las gotas de su corazón vayan regando el amargo camino, la obra de ligar los elementos dispersos y hostiles que son indispensables a la explosión de la libertad y a su triunfo” (“La Revolución”, Patria, 16 de marzo de 1894; en ob. cit., t. 3, pp. 75-76. El énfasis es mío). A los primeros, los conocía muy bien, y se preguntaba: “¿Haremos los cubanos una revolución por el derecho, por la persona del hombre y su derecho total, que es lo único que justifica el sacrificio a que se convida a todo un pueblo, y negaremos, al día siguiente del triunfo, los derechos por que hemos batallado?” (Ibídem, p. 78).
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