Pin Pin cayó Berlín


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El 1ro de abril de 1945 Stalin firmó la directiva que ordenaba la toma Berlín; la primera etapa de la operación militar contemplaba que en 15 días las tropas soviéticas llegaran a las márgenes del río Elba. Ese mismo día las fuerzas estadounidenses desembarcaron por la costa occidental de la isla de Okinawa para comenzar una batalla que duró 82 jornadas. El 5 de abril se entablaron combates encarnizados entre el Ejército Rojo ─al que se le habían sumado efectivos de Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria y Rumanía desde el 12 de enero en que se decidió llegar a la capital alemana─ y el ejército nazi, en las cercanías de Viena. Al día siguiente las fuerzas navales de Estados Unidos lograron una victoria sobre Japón en Kyushu. El 7 se cerró el anillo alrededor de la capital austriaca, conducido por los soviéticos, y dos días después el gobierno de la URSS publicó una declaración que aseguraba no pretender apoderarse de ningún territorio de Austria, ni mucho menos cambiar su sistema económico, social y político, sino contribuir a liquidar al régimen de ocupación fascista alemán y restablecer las instituciones existentes antes de esa invasión. El pueblo austriaco acogió la declaración con beneplácito y el 13 se liberó la ciudad. No hubo posibilidad de que el ejército alemán formara una alianza defensiva entre Hungría y Austria, como planeaba su Estado Mayor.

El 12 de abril el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt murió a consecuencia de una hemorragia cerebral. Como se conoce, los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra fueron aliados tácticos de la URSS contra el eje fascista de Alemania, Italia y Japón. Británicos y estadounidenses, aliados estratégicos, aceleraban la entrada de sus tropas para la conquista de Berlín. El 1ro de abril el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill, le había escrito a Roosevelt para alertarlo de que los soviéticos ocuparían Austria y entrarían en Viena, y si tomaban Berlín se sentirían dueños de la victoria, por lo que debería avanzarse rápidamente hacia el este. En Estados Unidos los mandos militares coincidieron con esa apreciación, y al fallecer el presidente, además Comandante en Jefe del Ejército, su sucesor Harry Truman tuvo que tomar una decisión urgente. 

Además de que a las tropas estadounidenses se les indicó avanzar en el campo de batalla lo más rápido posible y en todas las direcciones hacia Berlín, Truman ordenó el mayor operativo jamás visto para poner a su servicio la red de espionaje y agentes alemanes. Más de cien grupos de espías de Estados Unidos se lanzaron sobre Alemania en una operación relámpago, con el propósito final de apoderarse de los archivos secretos del Ministerio de Relaciones Exteriores, de los ficheros del servicio de espionaje y de la Gestapo, de los expedientes de los miembros del partido nazi, de las patentes secretas de los monopolios alemanes, etc. Persiguieron de manera prioritaria los trabajos científicos germanos para la fabricación del arma atómica, así como todo lo relacionado con el personal científico que laboraba en esos proyectos.    

El 16 de abril comenzó la segunda etapa de las operaciones militares soviéticas para llegar Berlín. Fue un momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial. Las tropas del Ejército Rojo se encontraban en la línea del Oder, a 60 km de la capital alemana. Tenían ante sí una poderosa concentración de fuerzas, las principales que quedaban, con decenas de kilómetros de zonas fortificadas y potentes franjas defensivas. Por la parte soviética, la operación estuvo organizada en tres frentes: el primero y segundo frentes bielorrusos y el primer frente ucraniano, pero el Ejército Rojo estaba conformado por unidades militares que provenían de todos los países liberados. La ofensiva final abarcó más de 400 km de longitud con 41 600 cañones y morteros, más de 6 300 tanques, 8 400 aviones y cuantioso material de guerra, y el 20 de abril ya había penetrado la defensa de la capital alemana. Los mandos militares de Estados Unidos informaban que todavía existía la posibilidad de que sus tropas entraran al mismo tiempo que las soviéticas…

El propio día 20 de abril, en los sótanos de la Cancillería, el búnker berlinés de Hitler, se celebraba el cumpleaños del führer con la casi certeza de la derrota inminente; solo quedaba la esperanza de que surgieran contradicciones entre los aliados, por lo que las más altas autoridades alemanas mantenían la resistencia. Las tropas del frente oeste de Alemania, a pesar de la negativa del alto mando nazi, se entregaban a las de Estados Unidos, que tuvieron un notable avance. Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del régimen, quien hablaba por la radio constantemente desde el búnker al lado del Hitler, había declarado que las tropas alemanas en el Elba habían vuelto la espalda a las norteamericanas. El 21 de abril unidades del primer frente bielorruso irrumpieron desde el norte y el nordeste en la ciudad de Berlín. Ese mismo día, soldados soviéticos y estadounidenses se encontraron en la zona de Torgau, en la margen occidental del Elba, pero los soviéticos ya estaban en la periferia de la capital.  

El 23 de abril, cuando el conde Folke Bernadotte, vicepresidente de la Cruz Roja sueca, se reunió con el líder de las SS Heinrich Himmler en Lubeck, este le comentó que era posible que Hitler ya estuviera muerto, pero si no lo estaba, lo estaría en breve; reconoció la derrota y para salvarse de la invasión soviética, estaba dispuesto a capitular en el frente oeste, y no en el este, donde estaba el Ejército Rojo. A los aliados no les quedaba otra alternativa que trasmitir ese mensaje a Stalin, quien contestó de inmediato que la capitulación tenía que ser incondicional, en todos los frentes. Al enterarse Hitler de la propuesta de Himmler, lo despojó de todos sus cargos y ordenó su arresto. Ese mismo día Hermann Göring, desde el sur de Alemania, le comunicó a Hitler que tenía el propósito de entrevistarse con el general norteamericano Dwight Eisenhower para llegar a un acuerdo para el cese de las hostilidades. El führer, furioso, ordenó excluirlo también del partido y detenerlo junto a sus cómplices. El mismo 23 de abril llegaron tropas aliadas al río Po, en Italia.

Los alemanes, casi cercados en su capital, contaban dentro de esta con unos 200 000 hombres armados, unos 3 000 cañones y morteros, y alrededor de 250 tanques. El 24 de abril las tropas alemanas pegaron por las calles de Berlín carteles con la orden de Hitler: “Quien proponga medidas que debiliten la fuerza de la resistencia o simplemente esté de acuerdo con ellas, será considerado traidor y fusilado o ahorcado en el acto. Así se procederá también con quienes afirmen que semejantes medidas parten del gauleiter de Berlín, del ministro imperial doctor Goebbels o incluso del Führer”. El 25 de abril las tropas soviéticas terminaron el cerco de Berlín. Ese mismo día, mientras se celebraba la Conferencia Internacional en San Francisco para crear la Organización de Naciones Unidas, se liberó Italia de la ocupación alemana. El 27 de abril los combates en la capital de Alemania se libraban en el centro de la ciudad; al día siguiente, por orden de Hitler, se inundaron los túneles del metro para dificultar el avance subterráneo, a pesar de que allí se refugiaban millares de mujeres, niños, soldados y oficiales heridos.

El 28 de abril un grupo de partisanos comunistas fusiló en Italia a Benito Mussolini y a su amante Clara Petacci, cuyos cadáveres fueron desfigurados por los golpes recibidos a manos de la población, luego de ser expuestos en público. Al día siguiente se lo comunicaron a Hitler, quien tomó la decisión de casarse con Eva Braun, su compañera durante algún tiempo. El 29 de abril se efectuó una breve boda civil en el búnker; ella tenía 33 años, y él, 56. Goebbels, Martin Bormann y otros participantes firmaron como testigos el testamento y actos de última voluntad de Hitler. Cuarenta horas después, el 30 de abril, ante el inminente asalto del Ejército Rojo al edificio, Hitler y Eva se suicidaron con cápsulas de ácido prúsico, aunque hay versiones de que se escuchó un disparo en la madrugada en su despacho. Unas horas más tarde ondeó la bandera de la Unión Soviética en el Reichstag.

Los cadáveres de Hitler y Eva fueron incinerados por sus partidarios y los soviéticos encontraron sus restos carbonizados, al igual que los de Joseph y Magda Goebbels y sus seis hijos, todos envenenados. Sepultados en Magdeburgo, muchos años después se exhumaron sus restos y se arrojaron las cenizas al río Biederitz, afluente del Elba. Himmler había desaparecido junto a dos ayudantes, pero el 21 de mayo fueron detenidos; durante los interrogatorios civiles en Luneburgo, mordió una cápsula de cianuro y cayó desplomado al suelo. Göring fue el primero de los 24 acusados en tomar el banquillo en el juicio de Núremberg; sentenciado por crímenes contra la humanidad, fue condenado a la pena de muerte por la horca, pero logró envenenarse antes con una cápsula de cianuro cuya procedencia se desconoce. Bormann desapareció del búnker junto a otros oficiales ─llevaba el testamento de Hitler─ e intentaron romper el cerco soviético, pero no pudieron. Hay versiones de que murió en un puente cercano a unas vías de ferrocarril, pero no se encontró su cuerpo; surgieron dudas sobre su destino y algunos especularon que estaba en España, Argentina, e incluso, hay quien aseguró haberlo visto años después en la propia Alemania. El juicio de Núremberg lo sentenció a muerte en ausencia.

Se afirma que Churchill comentó que el suicido de Hitler era lo más conveniente para Estados Unidos e Inglaterra. El führer en su testamento había elegido como sucesor al almirante Karl Döenitz, jefe máximo de las fuerzas submarinas alemanas; en un radiograma de la cancillería imperial firmado por Bormann el 30 de abril, se le decía que había sido elegido sucesor del führer y que debía adoptar todas las medidas que requería la situación. Döenitz, sin conocer que Hitler ya estaba muerto ─la noticia del suicidio se supo el 1ro de mayo─, respondió con su fidelidad inquebrantable. Los líderes de Estados Unidos y de Inglaterra comenzaron a hablar del “gobierno de Döenitz”, y ese día, en la frontera con Dinamarca, junto a unos 500 dirigentes de la Alemania nazi, hicieron gobierno; en sus declaraciones manejaban una colaboración con las tropas estadounidenses y británicas.

El 2 de mayo se entregaron todas las fuerzas alemanas en Berlín y ese mismo día el gobierno de Döenitz acordó acelerar la capitulación de sus tropas ante las de Estados Unidos. El control del Ejército Rojo sobre la capital alemana era total. Dönitz delegó en Alfred Jodl, jefe del mando de operaciones de las Wehrmacht, para negociar la rendición de todas las fuerzas alemanas con el general Dwight D. Eisenhower, esperando convencer a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia de que se enfrentaran a los soviéticos, para que Alemania pudiera continuar la guerra en el frente este, pero Eisenhower prefirió insistir en la firma en Reims de un acta de capitulación sin negociaciones, concretada el 7 de mayo.

Stalin objetó la validez del documento, pues su comandante militar más importante era quien debía aceptar la rendición alemana, y no uno de menor jerarquía que no había sido autorizado para hacerlo; paralelamente, el acta debía llevar la firma de un oficial de mayor rango que Jodl, y estar fechada en Berlín, capital del Tercer Reich, y no en una ciudad francesa. Estados Unidos y el Reino Unido no tuvieron otra alternativa que aceptarlo. Faltando apenas quince minutos para la una de la madrugada del 9 de mayo, los representantes del mando hitleriano, mariscal de campo Wilhelm Keitel, almirante Hans-Georg von Friedeburg y general de aviación Hans-Jurgen Stumpff, firmaron el acta de capitulación incondicional de todas las fuerzas de tierra, aire y mar, en todos los frentes, ante el mariscal soviético Georgy Zhúkov, el mariscal de aviación inglés Arthur Tedder, el general estadounidense Karl Spaatz y el general francés Jean De Lattre de Tassigny.

El 9 de mayo es considerado el Día de la Victoria sobre el Fascismo, aun cuando un Japón liquidado seguía “pataleando” en el Lejano Oriente. El 6 y el 9 de agosto las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki produjeron centenares de miles de muertos y heridos. Constituyó una demostración salvaje de fuerza y no fue el último acto militar de la Segunda Guerra Mundial, pues este se había producido con la toma de Berlín, sino el primer acto con que se inauguraba la Guerra Fría contra la URSS. Tampoco el fin de la guerra constituyó la liquidación del fascismo, que se estableció como método y se organizó como ideología. Hoy ha renacido y nos ronda el peligro de la Tercera Guerra Mundial. Einstein había predicho que la Cuarta sería con palos y piedras. Tal vez no quede nadie para empuñarlos.

 


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