Palabras pronunciadas en la inauguración de la edición 65 del Premio Literario Casa de las Américas.
AMÉRICA CON ACENTO*
I had no nation now but the imagination.
Derek Walcott
AMÉRICA CON ACENTO
Sabíamos de lo que era capaz Ese Hombre por su anterior presidencia. La sangre todavía goteaba de sus manos durante la covid-19, cuando hubo más de 400.000 víctimas mortales en el último año de su primer mandato. Él, anunciando que tenía todo «bajo control», mientras veíamos cómo camiones diésel cargados de cadáveres se alineaban en Nueva York llevándose a nuestros ancianos y a los pobres.
Hoy volvemos a hacer números: ya son 500.000 los muertos en Gaza.
¿Qué esperanza hay de un mundo redimido si está poblado por amnésicos?
No quiero que olvidemos este momento de la historia. No quiero que pensemos que es una aberración, cuando es una revelación. De repente el emperador ha sido despojado de sus ropas, y su desnuda insolencia autocomplaciente y su patología social nos recuerdan que esta es en realidad la historia de la debilidad del mundo: solo ego patético, machismo, misoginia y codicia. Solo competencia individualista. Hombre contra hombre. Las mujeres no cuentan.
Hasta que no interrumpamos el dominio del patriarcado, nunca tendremos un mundo renovado.
En 2024, Donald Trump ganó la presidencia, en parte, gracias al apoyo del 42 % del voto latino (el 54 % eran hombres latinos). La conmoción por el resultado electoral, y por el hecho de que los latinos desempeñaran un papel tan importante en él, me hizo volver, como escritora, a reflexiones anteriores sobre la interferencia de angloAmérica en las vidas de los latinos a ambos lados de la frontera. El texto se llamaba «Arte en América con Acento». Pero hablaba menos de Arte y más de una definición más amplia de la palabra y el lugar que es América.
De repente, el nacionalismo cristiano hispano (léase blanco) se convierte en un verdadero «actor» en el escenario de la política estadunidense. Me pregunto en voz alta qué pasó con la Teología de la Liberación, recordando el espiritualmente motivado activismo por la justicia social en El Salvador en los años setenta y ochenta. Hoy, El Salvador está siendo comercializado como una «Surf City» por su denominado «dictador cool», el presidente Nayib Bukele; él hace la oferta para Trump, mientras que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés)(1) roba jóvenes morenos de las calles de los Estados Unidos de Amérika,(2) para apoyar una industria carcelaria lucrativa en El Salvador pagada por los impuestos estadunidenses.
Esta es la Amérika sin fronteras que la derecha estadunidense tiene en mente para los latinos de aquí y de allá.
Todo empezó mal desde el principio. Lo sabemos. La colusión oligárquica latinoamericana con las administraciones angloamericanas; el resultado previsible de más de quinientos años de colonialismo español y de un sistema de castas supremacistas blancas de construcción nacional. Hoy, las historias coloniales se entrelazan en una estrategia hemisférica neocolonial para borrar las vidas y los saberes de los pueblos indígenas, afrodescendientes,(3) morenos y mestizos de este continente, y esto está ocurriendo en los Estados Unidos a un ritmo sin precedentes. Y tan íntimamente, como dentro de nuestras propias familias,(4) muchas de las cuales votaron por Trump.
Tuvieron que pasar décadas de políticas económicas capitalistas reaccionarias estadunidenses para que personas como Trump ascendieran a sus dobles presidencias. El lento desgaste de prácticamente todos los avances logrados en los años sesenta y setenta, desde Ronald Reagan y su economía del goteo, se ha visto agravado por cada nuevo presidente en la pérdida de sindicatos, sanidad y educación públicas, programas sociales para los pobres, derechos al aborto y guarderías.
Somos testigos de la lenta sangría de los derechos civiles y de cierta humanidad básica que en los últimos años ha lanzado a miles de personas sin hogar a las calles de cada gran ciudad de los Estados Unidos de Amérika. La deuda ha esclavizado a la inmensa mayoría de los hogares estadunidenses –desde las hipotecas hasta las inhabilitantes matrículas universitarias y las facturas médicas–; con la amenaza de la recesión siempre a la vuelta de la esquina, hasta que llega el Gobierno y la salva, hasta que llega el Gobierno y la empeora.
Nuestra juventud nunca conoció un mundo diferente, «en aquellos tiempos» no era un mundo perfecto; los Estados Unidos nunca han sido una democracia socialista, pero al menos había programas gubernamentales de apoyo establecidos inicialmente por Roosevelt, que respondían a la simple realidad de la pobreza. Una década más tarde, en los años sesenta, el presidente Johnson inició la Guerra contra la Pobreza que fertilizó el terreno para los movimientos de liberación que le siguieron: desde los movimientos por los derechos civiles y contra la guerra hasta el poder negro y latino, pasando por los derechos reproductivos de las mujeres y las campañas contra la violencia, la liberación queer y los derechos de las personas con discapacidad y las personas trans. Este fue el mundo en el que alcancé la mayoría de edad. Este era el contexto de la educación pública en las calles de los Estados Unidos de Amérika.
Como profesora en ejercicio desde hace cuatro décadas, puedo dar fe de que, por lo general, esta NO es la educación que reciben nuestros estudiantes en los Estados Unidos hoy día. La libre empresa se equipara con la libertad, y la historia y la política estadunidenses se detienen en la frontera. Punto final.(5) Por lo que la clase media estadunidense puede seguir creyendo con ingenuidad que los Estados Unidos son excepcionales y no son culpables de sabotear con su intervención prácticamente todos los movimientos liberadores en los que participa la América Latina. Tampoco reconoce que su intervención es singularmente responsable de la llamada crisis de los inmigrantes en los Estados Unidos de hoy. «Todos los pollos vuelven al gallinero», como presagió Malcolm X, en 1960.
Hoy, como ciudadanos estadunidenses y latinos, resulta cada vez más difícil colaborar pasivamente con una ciudadanía dentro de un Estado-nación plagado de miedo racializado: miedo a la exposición de las políticas racistas que lo han moldeado, miedo a que los blancos se conviertan en minoría y sean desplazados por el resto de nosotros. Este mismo miedo nos degrada y nos disminuye al sacarnos lo mejor de nosotros: nuestro trabajo, nuestras tierras sagradas,(6) nuestros recursos naturales, nuestros valores espirituales.(7) Trump ha dejado claro que, como latinos estadunidenses, ni siquiera nuestra ciudadanía puede protegernos. El objetivo de la Administración de deportar, solo en este año, a un millón de inmigrantes de las calles de los Estados Unidos de Amérika puede incluir fácilmente a cualquiera de nosotros.
LO QUE FALTA EN LA FOTO - FEMINISMOS DE MUJERES «DE COLOR»(8)
Comienzo con una pregunta: Si las mujeres republicanas, mayoritariamente blancas, votaron a favor del derecho al aborto a la vez que votaban a Trump, ¿qué nos dice esto sobre la necesidad feminista «de color» de una estrategia interseccional hacia una democracia social viable? Desde hace más de cuarenta años, esta sigue siendo la política más imposible de seguir. Del mismo modo, como se mencionó antes, la mayoría de los hombres latinos votaron por Trump (los hombres negros no). ¿Cómo es posible que el arraigo y la identificación de los hombres latinos con el poder masculino sean tan fuertes como para eclipsar sus propios intereses como personas étnicamente latinas? Por lo tanto, ni el feminismo unidireccional ni un sexismo que literalmente triunfe sobre el racismo nos conducirán al logro de ese objetivo.
Una visión feminista «de color» se esfuerza por ser más diversa, equitativa e inclusiva de lo que cualquier política nacional, y por extensión exterior, podría prever, porque permite de forma integral un proceso continuo de concienciación creciente y expansiva de lo que falta en la foto y, por lo tanto, es fundamental para el cambio estructural progresista.
Antes de la publicación original de This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color, en 1981, entendíamos nuestra liberación como una «lucha del tercer mundo». Dado que nuestras historias de origen nos situaban como pueblos colonizados internamente en los Estados Unidos, inmigrantes y nativos nos identificábamos y solidarizábamos con los movimientos de liberación e independencia de todo el sur global. Desde mediados del siglo pasado, esto ha significado Cuba. Esto ha significado Nicaragua. Esto ha significado El Salvador y Guatemala. Esto ha significado un movimiento zapatista emergente y un Chile liberado de las mandíbulas de Pinochet. Esto ha significado también un creciente y viable liderazgo de las mujeres en toda la América Indígena.
«Tercer mundo» es un término fuerte; «sur global» es mucho más elegante, menos peyorativo, lo dice el primer mundo, pero también está menos comprometido políticamente. «Tercer mundo» nos recuerda que el planeta está estratificado económicamente, y que el tercer mundo sigue siendo explotado por el primero, especialmente sus pueblos indígenas. Como personas «de color» de los Estados Unidos, «tercer mundo» nos alinea con los desposeídos, los desplazados y los disidentes del sur global. ¿Podría este pensamiento acercarnos a una política y a una praxis para acoger a las nuevas generaciones que llegan a través de nuestra frontera sur? Al fin y al cabo, ya estamos enseñando y tratando a sus hijos. ¿Podría preparar más eficazmente a los latinos estadunidenses, a nuestros jóvenes y a sus familias, para que comprendan lo que está en juego y qué estrategias emplear en el esfuerzo por afrontar y contrarrestar los trastornos económicos y sociales de la globalización, el etnocidio, la misoginia, la migración transnacional, el calentamiento global y el fascismo que tienen ante sus puertas? Pensaban que huían del terror solo para reencontrarlo en los Estados Unidos. No es casualidad entonces que este sea un momento en la historia estadunidense en el que se proscribe el pensamiento crítico, especialmente los pensamientos que critican la complicidad de los Estados Unidos en las desarraigadas vidas de la Raza.
Una perspectiva feminista «de color» en evolución, proveniente del tercer mundo, nunca ha implicado líneas partidistas; ha implicado una compleja indagación viva sobre las fuerzas contradictorias y en colisión que determinan el futuro de nuestra gente. Las mujeres. Las personas queer. Los pobres. Los pueblos indígenas. Cuando la indagación honesta dirige la praxis, nos vemos obligados a actuar en el mundo. En pocas palabras, este sigue siendo, para mí, el enfoque con mayor potencial transformador sobre cómo uno define su «labor».
El fascismo es la herramienta afilada del imperialismo, que atraviesa las fronteras de los Estados-nación donde el extractivismo nos ha asegurado un planeta camino de la ruina. Por ello necesitamos ampliar nuestra visión política para hacer exactamente lo mismo: es decir, rechazar la separación de los pueblos por las fronteras de los Estados-nación y avanzar hacia una visión más grandiosa y generosa de una América reparadora, que la abarque en su totalidad; una América con Acento.(9) Desde la Isla Tortuga hasta AbyaYala. Esto no significa cambiar el Golfo de México por el Golfo de Amérika ni anexar Groenlandia como un favor para los inuit. Significa reconocer que somos un pueblo de muchos pueblos y que necesitamos crear un movimiento de causa común. Nos hemos convertido en seres divididos y desplazados, poniendo límites a la imaginación creativa de futuras libertades. Pensemos de nuevo. Imaginemos de forma diferente y más honesta.
El patriarcado estructural puede ser el obstáculo más invisible y evidente para la libertad: un mundo dirigido por los que «casualmente son hombres». Pero no es un accidente. Las excepciones no son la regla. La regla es el patriarcado. La inmensa mayoría de las mujeres «de color», a nivel mundial, siguen siendo ciudadanas de segunda clase, en el mejor de los casos. Pero lo que pueden ofrecer al mundo, si se les da voz, es insondable. Los espacios de conocimiento que derivan de su posición como trabajadoras, como pensadoras no occidentales, la experiencia de ser «otras», las condiciones sociales de la maternidad, la crianza de la familia, tener que dar prioridad a los demás, verse reflejadas en la pérdida. Su compasión y ferocidad generadas por el simple hecho de ser miembros de los «sin». No estoy idealizando. Todos hemos tenido madres y abuelas que pudieron habernos enseñado algunas de nuestras lecciones más valiosas para sobrevivir, e incluso, en alguna medida, para el logro del éxito en nuestras vidas, definido, quizás, de forma diferente a lo que es el éxito propiciado por una «carrera».
Lo peor está ocurriendo y sigue ocurriendo mientras la izquierda debate estrategias a largo plazo. Pero a medida que una envejece (sin revolución a la vista), las mujeres llegamos a comprender la paradoja de la política, situándonos fuera de los círculos de discusión de los hombres «expertos» que rara vez preguntan: «¿quién falta en la foto?». Todos los movimientos progresistas por la libertad fracasarán y ha fracasado sin la guía integral de las mujeres, su liderazgo y estrategias para identificar, cultivar y dar libre expresión a lo que sabemos dentro de un mundo fracturado.
Esto es lo que las mujeres xicanas y nativas entienden por praxis indígena: recuperar la integridad mediante la comprensión interrelacional del planeta y el compromiso con él –sus hábitats y sus habitantes, que son los más expuestos al riesgo–.
MIRANDO AL SUR
«La muerte de cualquier (muj)hombre me disminuye».(10) ¿Cuántas veces puedo repetir la verdad del poeta?
Repito el verso una y otra vez, exigiéndome aprender algo más verdadero ante cada muerte, para que no me disminuya sino que siga llenándome de un profundo deseo de cambio de mí misma, del alma, de la sociedad.
¿Cómo cambia mi vida la repentina muerte de mi querida hermana de sangre, hace apenas unas semanas?
Nuestra gente muere a diario e injustamente.
Aun así, las corrientes subterráneas de optimismo cobran fuerza a medida que se suceden las manifestaciones masivas en los Estados Unidos y en todo el mundo.
¿Cuál es el plan?, preguntamos.
Mirar hacia el sur. Digo yo. Girar hacia el sur, hacia una América(11) más grande. Pero los Estados Unidos no están pensando en esto. Para la mayoría de ese país América Latina no existe.
Mi visión es pequeña. Específica. Individual. Para muchos. Desde la primera publicación de Bridge sigo enmarcando una política esculpida en nuestros cuerpos aquí y allá (como teoría en la carne); la praxis del pensamiento informado. En cada nueva coyuntura aprendo que debemos alejarnos de la política monotemática y, al mismo tiempo, abordar cada una de las cuestiones que tenemos ante nosotros, envueltas en sus capas históricas de múltiples opresiones.
Observamos el abuso de poder en acción y debemos responder. La pregunta es cómo.
¿Cómo nos movemos por el mundo de manera íntima e institucionalmente al mismo tiempo, incluso frente a la cara torcida de la violencia masiva?
Estado-nación ya no significa independencia, en un mundo de aranceles y boicots y bombardeos de represalia. Vigilancia. Violencia sexual como arma de guerra. La disidencia reducida a traición.
Nos han dicho siempre que la raza y el racismo son temas de la gente «de color»; resulta que no, que son temas de la gente blanca.
Hasta que deja de serlo:
Hasta que la discapacidad los incapacita.
Hasta que sus deseos los homosexualizan.
Hasta que su género no logra ajustarse a la norma binaria.
Hasta que toda su preparación profesional no alcanza para pagar las facturas.
Y se vuelven, como nosotros, uno más.
En esto reside la esperanza, ¿no? ¿Ese es el precipicio que se alza ante nosotros?
Un Estados Unidos de Amérika blanco en decadencia.
El proyecto de abordar una estrategia de liberación feminista «de color» es todo esto a la vez y cada elemento en particular. Es el rompecabezas de las relaciones de poder en constante cambio. Y no hace falta ser mujer para elegir una pieza y ver dónde encaja.
Recuerdo cómo en sus inicios el movimiento de mujeres «de color» en los Estados Unidos se enfrentó a la cuestión de la inclusión lésbica, hasta que lo exigimos, y décadas después, a la de las personas transgénero, que demandaban su lugar en el movimiento. Yo también he lidiado con estas cuestiones. Pero todo movimiento progresista, tarde o temprano, tiene que enfrentarse a sus marginados, que llaman a la puerta. Cuba aprendió esto. Los marginados son a menudo la voz más auténtica del descontento que nos obliga a seguir rexaminando nuestra política. Escribí en otra parte: los «don nadie» del mundo que anhelan la libertad son nuestros verdaderos maestros.
Una budista cubana(12) me enseñó a mantenerme despierta.
Mis hermanas de santería yoruba me enseñaron a creer en fantasmas.
IndígenaAmérica me confirmó que la tierra tiene memoria, y que sigo en deuda con ella, como lo estoy con mis antepasados.
El altar del hogar de mi madre fue el primero en albergar un espíritu más grande que ninguna iglesia.(13)
En mi familia, la oración funcionaba.
Todavía funciona, aunque sea para permitirnos el momento de ser y de estar sin agendas del hemisferio izquierdo. Permitiendo que lo poético entre en nuestras vidas.
Un momento que podría tomarnos por sorpresa y hacernos cambiar nuestras mentes; llevarnos a reconocer la humildad del «nosotros»; contrarrestar un individualismo imposible y mortal.
Dudo cada día. Lloro la muerte de mi hermana(14) ocurrida el mes pasado y rezo a mi manera para que, como afirma la escritora trinitaria Jacqui Alexander, podamos curar a nuestros antepasados en el otro lado.
Camino mi oración en el mundo por la liberación de mi hermana Teresa porque mi estúpido país no pudo liberarla aquí; sus adicciones, su sensación de no ser necesaria en este mundo.
Esa para mí es una razón suficiente para seguir adelante hacia la liberación a corto y largo plazo; que seguimos en la lucha.(15)
16 abril 2025
Cherríe Moraga
Notas:
* En español en el original
1) U.S. Inmmigration and Customs Enforcement.
2) En el original Amerika, para distinguir la referencia a los Estados Unidos del resto de América.
3) En español en el original.
4) Idem.
5) Idem.
6) Idem.
7) Idem.
8) En el original se utiliza reiteradamente la frase of color, lo cual se asocia, en los Estados Unidos, a todo lo que se relaciona con aquellas personas que han sido consideradas no blancas: latinos, negros, asiáticos, indígenas, árabes, indios…
9) En español en el original.
10) La autora hace un juego de palabras en inglés: “Any (wo)man’s death diminishes me”.
11) En español en el original.
12) En español en el original.
13) La última parte de la frase (más grande…) en español en el original.
14) En español en el original.
15) La última oración en español en el original
16 abril 2025
Notas:
* En español en el original
1) U.S. Inmmigration and Customs Enforcement.
2) En el original Amerika, para distinguir la referencia a los Estados Unidos del resto de América.
3) En español en el original.
4) Idem.
5) Idem.
6) Idem.
7) Idem.
8) En el original se utiliza reiteradamente la frase of color, lo cual se asocia, en los Estados Unidos, a todo lo que se relaciona con aquellas personas que han sido consideradas no blancas: latinos, negros, asiáticos, indígenas, árabes, indios…
9) En español en el original.
10) La autora hace un juego de palabras en inglés: “Any (wo)man’s death diminishes me”.
11) En español en el original.
12) En español en el original.
13) La última parte de la frase (más grande…) en español en el original.
14) En español en el original.
15) La última oración en español en el original
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