El pasado martes 21 de octubre, la Casa de las Américas inauguró la exposición «El retorno de las imágenes: grabados de Hernán Arévalo», que reúne más de cincuenta obras de este artista costarricense, considerado uno de los exponentes más representativos del grabado latinoamericano y caribeño contemporáneo.
La tradición del grabado en madera en Costa Rica se remonta a la década de 1930. Según Silvia Llanes, directora de Artes Plásticas de la Casa de las Américas, Arévalo comenzó a desarrollar su obra en los años 70. Su pasión por el grabado surgió a temprana edad: bajo la mentoría de José Luis López Escarré y Rolando Garita aprendió las técnicas que más tarde le permitieron definir su sello autoral.
Tras adquirir los materiales necesarios, Arévalo empezó a explorar con la gubia sobre la madera y a mezclar colores, creando finalmente un lenguaje plástico propio mediante la cromoxilografía. Aunque la xilografía es una técnica muy cultivada entre artistas cubanos, lo que distingue al costarricense es su aplicación del color en las planchas de madera y su método de impresión, que prescinde de prensas.
Nacido en San José, Costa Rica, en 1963, Arévalo se formó en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica. Sus obras llegan por primera vez a Cuba gracias a un proyecto presentado por la Embajada de su país a la institución cubana, que lo acogió con beneplácito. La muestra ofrece una vista panorámica de sus principales series, entre las cuales destacan los bestiarios, los grabados urbanos y la serie dedicada a las mujeres.
La serie de bestiarios representa criaturas y ensoñaciones que, según el autor, se mezclan con sus propios temores, como el pavor a los caballos que lo acompaña desde la infancia. A su vez, Arévalo utiliza el caballo como metáfora de la conquista española y las muertes de indígenas y poblaciones africanas esclavizadas. Así, la memoria de los genocidios en el continente ha marcado notablemente su producción artística.
Según se explica en el folleto de la exposición, preparado por el equipo de la Dirección de Artes Plásticas de la Casa, entre las líneas principales de su trabajo sobresale «un rico mundo de criaturas imaginarias (demonios, bestias aladas y seres antropomorfos), la animalística tropical (jaguares, serpientes, cocodrilos, peces), lo urbano, las mujeres y los boxeadores». Todas estas figuras fantásticas se acompañan de colores vibrantes y emotivos que reflejan las tonalidades del continente, en especial del Caribe y Costa Rica.
Tanto los especialistas de la Casa como el propio autor reconocen en las piezas de Arévalo la influencia de creadores cubanos como Wifredo Lam, así como del realismo maravilloso y trágico en el Caribe ―tan bien explorado por Alejo Carpentier―, todo matizado por el toque personal de su cromoxilografía de colores explosivos.
Como muestra de aprecio hacia Cuba y de agradecimiento a la institución, Arévalo donó seis de las obras expuestas al fondo de la Casa de las Américas, que posee más de 20.000 piezas de arte popular y contemporáneo, incluyendo una interesante colección de grabados costarricenses, ahora enriquecida con esta nueva donación.
Durante la inauguración, Lilian Rodríguez, encargada de Negocios de la Embajada de Costa Rica, en nombre de la sede diplomática transmitió su gratitud al centro cubano por acoger una exposición que retrata a Centroamérica en su esencia: india, mestiza y negra. Además, recordó a ilustres cubanos cuyo paso por tierras costarricenses honra a su nación, como José Martí, Flor Crombet y Antonio Maceo.
Por su parte, el grabador se mostró emocionado de compartir sus series más queridas —como la dedicada a las mujeres, sus diablitos y otros personajes emblemáticos— que reflejan formas de vida en Centroamérica. La exposición permanecerá abierta al público hasta el próximo mes en el segundo piso de la Casa de las Américas, ubicada en 3ra y G, El Vedado, La Habana.

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