La historia de Cuba no comenzó hace 513 años cuando Cristóforo Colombo arribó a sus costas el 27 de octubre de 1492 y por su voluntad inconsulta la llamó Juana, desconociendo la historia y tradiciones de sus habitantes; comenzó varios miles de años antes, cuando llegaron los seres humanos que la descubrieron: los araucos anónimos que a la postre la denominarían con el nombre que trascendió y perdura hasta nuestros días.
No fue tampoco el propio Colombo el primer europeo que la encontró, fue Rodrigo de Triana, el atalaya de la Santa María, la nave capitana de la expedición. No podemos a estas alturas seguir periodizando la evolución histórica del país en tres etapas: colonia, república neocolonial y poder revolucionario y ver como prehistoria lo que antecedió; la etapa prehispánica, es la primera y hasta el presente más extensa, de la historia de Cuba.
Es ya inconsistente hablar de exterminio hasta cero de la población aborigen en la colonia temprana; exterminio sí, y genocidio, etnocidio o limpieza étnica pero no total. La fórmula simplista de África más España es igual a Cuba, no da respuesta al ajiaco orticiano. Ni África es un continente para tratarlo tan sencillo ni España es una unidad monolítica; más de 88 etnias africanas —afirma Jesús Guanche—, llegaron a Cuba y las Españas son 17 etnias presentes todas, de alguna manera en este archipiélago, pero la presencia europea es mucho mayor, y no solo agregando a franceses, y el aporte asiático es variado: chinos filipinos, japoneses, coreanos, árabes, indios… pero los primeros ingredientes del ajiaco fueron los grupos étnicos originarios cuya presencia se reconoce hasta en el presente siglo XXI y compruébelo en sus descendientes directos y en el ADN del cubano actual.
Antes de Rodrigo de Triana y Cristóforo Colombo
Unos 5 mil años antes de la era cristiana comenzó la historia de Cuba, según lo confirman los estudios arqueológicos. Varios son los criterios con que los investigadores, entre ellos arqueólogos, historiadores, etnólogos y antropólogos clasifican a los primeros cubanos; pero alguna correspondencia se haya entre estos estudios.
Clasificaciones |
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Etnológica (1) |
Arqueológica |
Socioeconómica |
Uso de la piedra |
Taíno |
Taíno de Cuba |
Agroalfareros (agricultores-ceramistas o comunidades de agricultura rudimentaria) |
Neolítico |
Subtaíno |
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Cultura Mayarí |
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Siboney (Sibuney o Ciboney) |
Siboney Guayabo Blanco |
Preagroalfareros (recolectores-cazadores-pescadores o protoagrícoloas) |
Paleolítico Superior |
Siboney Cayo Redondo |
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Guanahatabey (Guanajatabey) |
Cultura Seboruco |
Paleolítico Inferior |
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Cultura Arcaica |
Su población se ha calculado por diversos autores entre 100 mil y 700 mil personas al momento de la conquista española (1510-1515) con cifras recurrentes de 150 mil, 200 mil, 300 mil y medio millón. Juan Pérez de la Riva (La conquista del espacio cubano, Fundación Fernando Ortiz, 2011) apreció que sería de unos 120 mil estudiando diversas fuentes.
A trabajar bajo el régimen de esclavitud encubierta de las encomiendas o como esclavos propiamente se llevaron a Cuba a la fuerza miles de indígenas de otros grupos étnicos y regiones del Caribe, según lo hacen constar los propios cronistas de la conquista o las actas capitulares de las primeras villas, lo que incrementó el número de la población absoluta y la diversidad étnica y a su vez hace más descarnado el genocidio pues se trataba de suplantar bajas por nuevos brazos. De estos grupos conocemos: lucayos (de las Bahamas), taironas (de México), guanajos (Islas Guanajas, del Golfo de Honduras), guajiros (península Guajira, hoy compartida entre Colombia y Venezuela), macurijes (de Venezuela), entre otros. A lo que habría que agregar las incursiones de los caribes, antes de la conquista, que llegaron a enfrentarse bélicamente con los taínos en la región oriental de Cuba. En fin, que fue complejo el panorama étnico de los pueblos originarios cubanos y por tanto, diverso su aporte a la cultura nacional cubana actual.
Resistencia combativa y cultural
La sociedad taína de Cuba estaba experimentando la segunda división social del trabajo aunque aún no había aparecido el excedente de producción que este proceso provoca, según los estudios de Federico Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado) y por tanto no existían clases sociales, pero sí habían grupos funcionales: nitaínos (cacique, behíque y sus familias, perfilándose como una cierta nobleza en ciernes), naborías (trabajadores, en tránsito hacia la servidumbre o la esclavitud) y baquías (guerreros que aseguraban el ejercicio de poder sobre los naborías y la seguridad ante las incursiones caribes), estando aún por comprobarse el dominio en los cacicazgos de los taínos sobre los siboneyes. Todo este panorama nos advierte la inconsistencia de un primer cubano pacífico, sumiso e ingenuo, con que nos lo presenta la textología escolar y cierta historiografía tradicional originada en la visión romántica y paternalista del Fray Bartolomé de las Casas. Era una sociedad en plena evolución y desarrollo y no comarcas de imberbes y pobrecillos hombres y mujeres felices.
La resistencia a la conquista y colonización española fue tenaz. El Centro de Estudios Militares publicó en 1995 el folleto Raíces del Arte militar cubano. La resistencia de nuestros aborígenes, y otros autores abordaron también el tema como José Luciano Franco. El primer hecho de esta índole ocurre incluso antes de la propia conquista pues el Gobernador de Cuba, Diego Velázquez, cuenta en sus Cartas de Relación a Carlos V un incidente ocurrido en la bahía de Guanimar en 1509, cuando un grupo de 30 españoles naufragados al norte de la región de Guaniguanico, actual provincia de Pinar del Río, al parecer pertenecientes a la expedición de bojeo de Sebastián de Ocampo, llegó a un poblado llamado Yucayo, ubicado en esa amplia rada, entre dos ríos varias leguas al este del sitio del naufragio. Aquí, los españoles preguntaron a los indígenas cómo realizar el cruce al extremo opuesto con vistas a proseguir su camino hacia el este. El señor del lugar, nombrado Guayucayex, accedió a ello embarcándolos en canoas. Cuando las embarcaciones se hallaban en aguas profundas, volcó las ligeras naves.
La mayoría de los hispanos, lastrados por el peso de sus armaduras y arreos de metal, se ahogó. Los que lograron llegar a tierra fueron capturados y ahorcados, excepto el jefe del grupo, García Mejía, y dos mujeres de 18 y 40 años respectivamente que quedaron en poder de Guayucayex, en tanto el hombre permaneció bajo la protección del vecino Habaguanex, señor del territorio de La Habana.
Tres años después de estos hechos, una partida de españoles que llega a este sitio conoció de la existencia de los cautivos al encontrar a García Mejía, quien hizo el relato de lo ocurrido. Se sabe que al rescatar a las dos mujeres, Guayucayex intentó repetir la exitosa estratagema. A partir de ese instante, la bahía comenzó a llamarse de la “matanza” perdiendo el nombre original y junto a ella se fundaría en 1693 la ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas.
También se recuerda como leyenda el epílogo de la vida de Casiguaguas, una mujer indígena en la región de La Habana que prefirió hundirse junto a su prole de seis hijos en las aguas de un profundo río antes de entregarse como esclavos de los colonizadores.
De acuerdo a distintas fuentes, Hatuey era un cacique de la región de Guahabá, en la vecina Quisqueya, hoy República Dominicana, e inmigró a Cuba con unos cuatrocientos acompañantes estableciéndose en una aldea cercana al río Toa, en Baracoa; envió espías a su isla de origen para informarse sobre los preparativos de la invasión a Cuba, montó una vigilancia perpetua en las costas cubanas organizando la defensa en las playas y avisó a los caciques de la región de que arrojaran el oro a los ríos y evacuaran hacia las montañas a mujeres y niños.
Dos mujeres se le vinculan en una mezcla de la historia: su coterránea y compañera de vida Anacaona, que le acompañara en el viaje, y Guarina, una cubana que combatiera en sus huestes.
Llevó como táctica el empleo de emboscadas y acciones sorpresivas. No logró siempre la solidaridad de todos los caciques cubanos, que no estaban acostumbrados a alianzas defensivas. Realmente cada cacicazgo era como un principado independiente, y la única experiencia combativa que tenían antes de la llegada de los españoles era el enfrentamiento a las incursiones de los caribes provenientes de la propia Haití o Quisqueya, y cada cacique los enfrentaba de forma independiente con sus baquías o guerreros.
Esa falta de cooperación entre los grupos nativos, más la superioridad del armamento —arcabuces, ballestas, lanzas, picas, espadas y puñales de acero, protegidos por cascos, armaduras, escudos y cotas de malla del mismo metal— y el empleo de los caballos de batalla y los perros de presa, posibilitó el triunfo del conquistador. Hay que tener en cuenta que en fecha tan reciente como 1492 habían derrotado finalmente, tras la larga Guerra de la Reconquista, a los bravos árabes moros y tuareg-bereberes, guerreros y excelentes jinetes, así como a los caballeros franceses y lanceros suizos. Su táctica, organización militar y experiencia combativa, por tanto, era superior. Fue muy común entre los conquistadores sentenciar: “después de Dios debemos la victoria a los caballos”.
Tan importantes fueron los caballos para los conquistadores que Bernal Díaz del Castillo los describe, con sus pelajes, méritos y defectos antes de describir a cualquiera de los conquistadores, incluyendo al propio Hernán Cortés. Después de “La noche triste”, Bernal Díaz relata “Era una pena muy grande pensar la cantidad de caballos y valientes soldados que habían perdido”.
De todas formas, y a pesar de ello, los seguidores de Hatuey se escondían en los montes de Baracoa y se acercaban a los campamentos para aguardar el momento propicio de iniciar sus ataques y emprender rápidamente la retirada.
Tras varios meses de resistencia aborigen en el extremo oriental de Cuba, los españoles fundan la villa de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa el 15 de agosto de 1511 y Hatuey se traslada a la región de Macaca, en la actual provincia de Granma, donde continúa la lucha hasta que es capturado, acusado de hereje y rebelde, y se le condena a morir quemado vivo en la hoguera, en los alrededores de la aldea de Bayamo, el 2 de febrero de 1512.
Recordemos que aún Bayamo era una aldea taína; la villa de San Salvador de Bayamo fue fundada en el lugar en 1513, al año siguiente de la muerte de Hatuey. De su actitud ante la muerte nos ha llegado su negativa a aceptar la cruz cristiana, pues no quería ir al cielo si en él estarían también los españoles.
En pocas ocasiones se habla de Caguax, el sucesor de Hatuey al frente de la resistencia. Este obtuvo varias victorias, como las considerables bajas ocasionadas a los españoles en la zona de Maniabón y un ataque sorpresivo nocturno —simultáneo en dos direcciones—, a la aldea de Bayamo, mientras dormían los invasores. Sin embargo, este valeroso cacique fue objeto de persecución despiadada y le dieron muerte.
Aplastada la primera fase de la resistencia, Diego Velázquez y Cuéllar, el jefe de la conquista, dividió en tres grupos al contingente para continuar la invasión hacia occidente. Uno de esos grupos, dirigido por Pánfilo de Narváez, escenificó una horrenda e injustificada matanza de indígenas en las márgenes del río Caonao en 1513, que tampoco fue tan simple; los españoles, a la postre, recibieron riposta y serían atacados por los seguidores del cacique Yucaguayex, obligando a los invasores a retirarse. También se registraron otros alzamientos en la propia región del Camagüey.
Pero el capítulo más sobresaliente de la resistencia a la conquista y la colonización españolas lo ofrece sin dudas Guamá, un valiente y joven cacique de la región oriental de Baracoa; su nombre significa en lengua taína “maestro” o “señor”. Él lideró una singular guerra de guerrillas que se extendió mucho más allá de su zona de residencia, nada menos que de 1522 a 1532, ¡diez años!
Guamá tuvo un lugarteniente —cuyo nombre ya demuestra el proceso de transculturación que se gestaba—, llamado Juan Pérez, que también fue temerario; actuaba con pequeños grupos no mayores de 50 hombres.
Estimulados al parecer por la temeridad de Guamá, indígenas de varias regiones se sumaron a partir de 1523 a la lucha, ocurriendo alzamientos en Macaca, Bayamo, Trinidad, Santiago de Cuba, la propia Baracoa, Camagüey, Cueibá, Maisí y otras regiones.
Lo más interesante es que Guamá no fue vencido por los colonizadores, fue víctima de la traición de los suyos, lo mató su hermano Guamayry por cuestiones personales; aunque es cierto que los colonialistas encontraron el campamento y apresaron en él a cuatro hombres y una mujer. La esposa de Guamá, Casiguaya, fue apresada también y ahorcada en Santiago de Cuba junto a cuatro indígenas más.
La ejecución estaba señalada para las ocho de la mañana. Llegada la hora fueron ahorcadas las cuatro mujeres indígenas, y cuando le llegó el turno a Casiguaya esta pidió al padre Fray Pedro Trujillo, que oficiaba en el sacrificio, que si le permitían abrazar y besar a su hija renunciaría a sus dioses y aceptaría al dios de los cristianos.
Al recibir a su hija entre sus brazos colocó ambas manos sobre su cabeza y atrayéndola sobre su pecho puso sus manos alrededor de la garganta hasta estrangularla, se puso de pie con su hija sujeta por el cuello y lanza un grito de rabia, de guerra, de victoria, arrojando al suelo el cuerpo inerte de su hija y al padre Trillo el crucifijo al rostro, y precipitándose a la horca gritó: “malditos, ni la hija, ni la esposa de Guamá serán jamás esclavas”, y colocándose ella misma la cuerda se dejó caer, columpiándose en el espacio, ahorcada por ella misma.
Pero lejos estaba la isla de ser pacificada a la muerte de Guamá. En 1538, aprovechando la despoblación de la isla por los españoles al organizarse la expedición de Hernando de Soto a La Florida, se reanimó la rebeldía de nuestros pueblos originarios y entre ese año y 1543 fueron numerosos los levantamientos registrados en actas por los alcaldes de todas las villas; para esa fecha ya existían palenques y cimarrones alzándose de conjunto, indígenas y negros africanos esclavos que fueron introducidos desde 1513. Y es este otro aspecto interesante del proceso de formación de la nacionalidad cubana. Por lo general se refiere el mestizaje desde la matriz hispánica: hispano-indígena e hispano-africana, y no se trata con fuerza del mestizaje indígena-africano.
En la colonia temprana se nos referencia al inteligente conquistador Vasco Porcayo —aquel que fundara Santa Úrsula del Cayo, después San Juan de los Remedios, en 1515, sin permiso de Velázquez—, presente más adelante en el Camagüey, casando a cuatro de sus hijos con igual número de hijas del cacique Camagüebax para garantizar el dominio de la región, y de esas nupcias resultaron los nietos criollos y mestizos. O de la existencia en Santiago de Cuba del notable criollo Miguel de Velázquez, maestro de profesión, hijo del colonizador y una madre indígena. O los abusos sexuales de los conquistadores con las mujeres indígenas y el producto mestizo resultante de sus vientres. O los mismos abusos por los mismos protagonistas, pero a las mujeres negras en los barcos negreros, en las mansiones de ciudades, en las haciendas, ingenios y más tarde también en los cafetales. Pero la cohabitación espacial de rebeldes indígenas y negros en cimarronaje y apalencamiento originó la convivencia, el amor y el mestizaje.
En 1576, ya abolida las encomiendas y estando en libertad los aborígenes, en la región de la Ciénaga de Zapata —en el poblado de Güira de Macuriges—, se registra una gran sublevación de indígenas macuriges en contra de la voracidad de tierras por parte de los colonizadores españoles, siendo este el último hecho de guerra conocido de la resistencia aborigen en el siglo XVI.
La resistencia cultural, en cambio, se extendió a los siglos siguientes hasta el final de la colonia. Las encomiendas se abolieron en 1553, aunque estaba decretada desde 1542. Según Pérez de la Riva, sobrevivían en Cuba unos 5 mil indígenas por entonces, la mayoría dispersos en cenagales, serranías y maniguales; aunque el Obispo Sarmiento contó 893 indígenas avecindados en las villas fundadas por los españoles. Lo trascendente es que la cifra de 5 mil personas si bien nos da un criterio de exterminio en base al número que había al momento de la conquista, también nos advierte que era una cifra no despreciable si la comparamos con la población española y la esclava de origen africano de entonces, pues los españoles habían prácticamente abandonado la isla en busca de fortuna en las expediciones a “tierra firme” y los negros aún no eran lo numerosos que fueron a partir de 1590 con la aparición de la agroindustria azucarera.
Dos “pueblos de indios” —término usado por las leyes de Indias— se fundaron al abolirse las encomiendas para agrupar a los aborígenes errantes y despojados de sus tierras; uno en el occidente, en las inmediaciones de la villa de San Cristóbal de La Habana: el pueblo de Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa (12 de junio de 1554) y otro en el oriente, en las cercanías de la ciudad de Santiago de Cuba, el pueblo de San Luis de los Caneyes (1556). Dos siglos más tarde, en 1702, se funda un tercer pueblo de indios: San Pablo de Jiguaní, en el trayecto entre las ciudades de San Salvador de Bayamo y Santiago de Cuba; y el 13 de diciembre de 1720, otro al oeste de La Habana: San Francisco Xavier de los Quemados de Marianao. Todo ello advierte la sobrevivencia indígena en números importantes hasta pleno siglo XVIII.
Varios hechos de la historia local de Guanabacoa refrendan la sobrevivencia indígena en su región. Durante la construcción del Castillo de los Tres Reyes del Morro, en La Habana (1590-1630), la mano de obra fundamental fue la de los indígenas de Guanabacoa que laboraron como contratados y la de indígenas de varias etnias mexicanas que trabajaron en condiciones de servidumbre: huastecos, tarahumaras y apaches. En 1609, cuando se le otorga el derecho a contar con cabildo propio, comienzan a funcionar un alcalde y dos regidores para españoles y un alcalde y dos regidores para “indios”. En las actas capitulares del nuevo cabildo a lo largo del siglo XVII y hasta el XVIII se registran las constantes denuncias a la usurpación de tierras de los indígenas por los españoles; y en julio de 1763, cuando España cede La Florida a Inglaterra a cambio de La Habana, se asientan en Guanabacoa 101 familias indígenas de las etnias tequestas, calusas y timulcas, provenientes de aquella península por declararse enemigos de los ingleses. Esto ocurrió aunque, al otorgársele a Guanabacoa el título de villa el 14 de agosto de 1743, dejó de ser oficialmente pueblo de indios.
En el sitio arqueológico de Buchillones —en Punta Alegre, municipio de Chambas, provincia de Ciego de Ávila— si bien hay piezas de cerámica de fechado muy antiguo, de la etapa prehispánica, también se han hallado otras que denotan transculturación y la fecha corresponde a los siglos XVI y XVII, lo que confirma la sobrevivencia aborigen en ese espacio muy adentrada la colonia. A la vez, el reconocimiento del poblado indígena de Caridad de los Indios, en Yateras, actual provincia de Guantánamo y la existencia de rasgos fenotípicos nativoamericanos en los pobladores de varios actuales municipios del extremo oriental de Cuba confirman también esa sobrevivencia, son los municipios de Yateras, Manuel Tames, San Antonio del Sur, Imías, Maisí y Baracoa. Igualmente sucede en las serranías y otros territorios de la actual provincia de Granma. Amparo del Risco, en sus estudios y publicaciones de tradiciones camagüeyanas, nos refiere dos comparsas de indígenas de la villa de Santa María del Puerto del Príncipe a lo largo del siglo XIX hasta su última década.
Sin embargo, hubo un interés marcado por invisibilizar la población aborigen cubana de los censos españoles desde el primero en 1774, año en que aún era algo notable este segmento poblacional. Los indígenas no aparecieron nunca en ningún censo de la isla; sin embargo, en el padrón vecinal de Santa María del Puerto del Príncipe sí aparecen hasta en el de 1880 —revisado por este autor en el Arzobispado de esa ciudad.
Resumiendo y sistematizando referencias, se registra sobrevivencia indígena en La Habana, Matanzas, Ciego de Ávila, Camagüey y las provincias orientales a lo largo de los siglos coloniales y ello es un aspecto poco abordado en la historia nacional, aunque sí aparecen en las historias regionales y locales. No desestimamos que nuevos estudios arrojen lo mismo en otras provincias, regiones y localidades.
Se renueva la resistencia combativa indígena
El regimiento Hatuey, de la Primera División Guantánamo, del Primer Cuerpo de Ejército del Ejército Libertador Cubano en la Guerra de Independencia de 1895, unidad creada teniendo como núcleo a los indígenas de Caridad de los Indios, es la muestra de la incorporación de los descendientes de los pueblos originarios cubanos a las luchas por la independencia; aunque inicialmente fueran manipulados y combatieron los primeros meses de aquella contienda en formación de guerrilla al servicio del colonialismo español, hasta que tomaron conciencia del rol que deberían jugar.
Los pueblos originarios en Cuba no son historia, forman parte de la cultura nacional
Toponimia de numerosos núcleos urbanos regiones y sitios geográficos, así como de cuatro de las 15 provincias cubanas y del propio país; arquitectura vernácula y rural, costumbres, platos de la dieta y la cultura culinaria, hábitos alimenticios, objetos, utensilios y muebles, palabras incorporadas al español de Cuba, además de la existencia de descendientes directos de los pueblos originarios y la presencia del ADN de estos pueblos en el cubano de hoy —por naturaleza mestizo—, es el legado permanente a la cultura nacional y el etnos cubano de sus pueblos originarios.
NOTA:
(1) Se parte del criterio de que todos estos grupos pertenecen a un tronco étnico común: Aruaco.
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