“Camaradas, aquí está, sí, pero no en ese montón de cenizas sino en este formidable despliegue de fuerzas. Estamos aquí para tributar el homenaje merecido a Julio Antonio Mella, inolvidable para nosotros, que entregó su juventud, su inteligencia, todo su esfuerzo y todo el esplendor de su vida a la causa de los pobres del mundo, de los explotados, de los humildes… Pero no estamos solo aquí para rendir ese tributo a sus merecimientos excepcionales. Estamos aquí, sobre todo, porque tenemos el deber de imitarlo, de seguir sus impulsos, de vibrar al calor de su generoso corazón revolucionario. Para eso estamos aquí, camaradas, para rendirle de esa manera a Mella el único homenaje que le hubiera sido grato: el de hacer buena su caída por la redención de los oprimidos con nuestro propósito de caer también si fuera necesario”.
Rubén Martínez Villena
El 27 de septiembre de 1933 llegaron a Cuba desde Ciudad México las cenizas del líder estudiantil, comunista y antimperialista, Julio Antonio Mella, asesinado el 10 de enero de 1929 en la capital mexicana por sicarios al servicio de Gerardo Machado, presidente entonces de Cuba.
En La Habana, las cenizas del destacado luchador fueron recibidas por una impresionante manifestación de pueblo que le rindió merecido homenaje póstumo al joven revolucionario que con apenas 26 años de edad, ocupaba ya un lugar cimero en la historia de la patria, por su entrega a la causa de la justicia social.
Después del asesinato de Julio Antonio Mella sus cenizas debieron mantenerse en México, debido a la permanencia en el poder en Cuba de su asesino Gerardo Machado, quien en agosto de 1933 fuera derrocado por una huelga general obrera y popular.
Poco más de un mes posterior a la caída de Machado, los compañeros de lucha de Mella en el Partido Comunista decidieron trasladar sus cenizas a la nación cubana, para que estas permanecieran siempre bajo la custodia del pueblo por el cual luchó y entregó su vida.
En La Habana, las cenizas del destacado luchador recibieron el merecido homenaje póstumo.
El enterramiento de las cenizas de Mella fue convocado para el 29 de septiembre, un día como hoy hace 92 años para que todos pudieran rendirle el merecido homenaje. Diversas manifestaciones fueron violentamente reprimidas por la policía y el ejército del General Fulgencio Batista, quien había declarado que no permitiría disturbios en la población.
Fue en un multitudinario acto celebrado en la capital que pronunció su último y vibrante discurso público Rubén Martínez Villena, compañero de lucha de Mella y en esos momentos secretario general de la Confederación Nacional Obrera, quien después de esta actividad tuvo que ser ingresado en el sanatorio La Esperanza, donde falleció el 16 de enero de 1934 a causa de la tuberculosis.
Para evitar que las cenizas de Julio Antonio Mella fueran secuestradas por el régimen de Batista, su también compañero de lucha y reconocido intelectual Juan Marinello las guardó secretamente durante más de un cuarto de siglo.
El monumento ubicado donde se inicia la calle San Lázaro, al pie de la escalinata de la Universidad de La Habana fue inaugurado el 10 de enero de 1976.
El monumento ubicado donde se inicia la calle San Lázaro, al pie de la escalinata de la Universidad de La Habana fue inaugurado el 10 de enero de 1976. El complejo monumental consta de un monolito de 16 metros de altura y también hay un busto de Julio Antonio Mella con una tarja que refleja su confianza en el desarrollo de la historia de la humanidad a través de la siguiente frase expresada por él: “Luchar por la revolución socialista en la América no es una utopía de locos o fanáticos, es luchar por el próximo paso de avance de la historia”.
Hoy su legado florece en las nuevas generaciones de jóvenes cubanos.
El General de Ejército Raúl Castro Ruz en su discurso por el aniversario 75 de la FEU, el 20 de diciembre de 1997, momento en el cual entregó a la organización estudiantil la mascarilla mortuoria, dijo: «Y ningún momento más oportuno que este, cuando la Federación Estudiantil Universitaria arriba a sus tres cuartos de siglo de fecunda y valerosa existencia, para hacer entrega a la combativa organización de una mascarilla mortuoria de Julio Antonio Mella, que manos hermanas de México aquí presentes, como las de Félix Ibarra y sus compañeros, nos entregaron en marzo del pasado año. Objeto entrañable que recoge el vaciado del rostro vigoroso de Julio Antonio, caliente aún la sangre de su cuerpo inerte, vivo aún el eco de sus últimas palabras: “¡Muero por la Revolución!”».
Mella, nuestro primer comunista. Hoy su legado florece en las nuevas generaciones de jóvenes cubanos.
Nota: Con información consultada en varias fuentes en Internet.

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