Siempre agradezco al Comité organizador y a la persona de Sergio Benvenuto Solás, quien además asume ya la Presidencia de Honor del festival como un gesto de su propia persona y de su propio compromiso, y que ha propuesto que la directora de Cultura de Holguín, Yakelin Tapia, instructora de arte y gibareña, hoy se convierta en la directora ejecutiva de este certamen.
A mi juicio, esa alianza nos hará más fuertes, más sólidos, y provocará una mayor proyección internacional del festival, porque significa unir de una vez la idea de que el festival no se construye en La Habana y desembarca en Gibara una vez al año, sino que el festival se tiene que hacer todo un año, que el festival tiene que tener una sede permanente como comité organizador en La Habana y en Holguín, que tiene que tener cuentas bancarias propias, integrantes, juntas, es decir, todo lo que requiere ya la mayoría de edad de este festival.
Tendríamos más de 20 años de no haber sido, ya sabemos, por otro fenómeno como la pandemia de COVID-19; pero lo más importante es que en medio de esta circunstancia —que no soy yo el que va a argumentar lo que estamos viviendo, sino cómo lo desafiamos—, en medio de este contexto incluso, que se haga el festival es una prueba de la voluntad de política cultural que este país sostiene.
Es una prueba del empeño que los organizadores colocan año tras año y es, sobre todas las cosas, la demostración de que, pase lo que pase, nuestro sentido de la resistencia creativa es que no nos vamos a rendir jamás en una utopía semejante como fue fundar en Gibara un festival internacional de cine.
“… que se haga el festival es una prueba de la voluntad de política cultural que este país sostiene”.
Por tanto, de la misma manera que rendimos homenaje a nuestros compañeros, de la misma manera que siempre Humberto Solas está con nosotros cada vez que bajamos esa calle, está ese espíritu de saber que era posible que esta ciudad se abriera al mundo y soñar un festival semejante en el cine cubano.
Lo único que quiero es reiterar —no solo por la carretera, sino por todas las deudas que seguimos teniendo en esta ciudad— que yo creo que es tiempo de que aprendamos en el movimiento cultural, que es y ha sido siempre el cine cubano, en su poder de convocatoria, ahora que hay tantos amigos aquí que no son solamente del Festival de Cine de Gibara, que aprendamos con H que tenemos que estar también en Gibara todo el año, que tenemos que ser capaces de convocar talleres internacionales, foros especializados, abrir un espacio permanente de intercambio; que es tiempo ya de que nosotros seamos capaces de convocar al mundo. Si tenemos que buscar un videoproyector como merece este cine, hacerlo en conjunto. Si hay que buscar un poco de madera para terminar ese teatro colonial, hacerlo en conjunto.
O sea, si algo nos enseñó Humberto es que era posible unir ese esfuerzo del cineasta creyéndose incluso independiente, con la absoluta convicción de que la patria es una y que necesita de todos, y que el Estado tenía que estar a su lado, como fue en la fundación de este festival.
Hago votos, por tanto, de que nunca se pierda esa idea de que nosotros seguimos soñando un país mejor, de que nosotros lograremos un país mejor y de que dentro de ello viva, y siempre será ese el sentido, la Utopía que no se rinde.
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