Conexiones entre la historia local, regional y nacional: ¿persiste el “habanocentrismo” en la historiografía cubana?


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En los últimos años es innegable la participación cada vez más activa de los historiadores locales y regionales en los eventos de historia; sin embargo, me planteo la interrogante de ¿si la contribución o contribuciones de las diversas investigaciones y sus resultados han logrado incorporarse a las síntesis históricas nacionales, si han modificado el contenido de estas y en qué medida, de qué forma tales cambios se reflejan en la enseñanza y divulgación de la historia?

Es bien sabido que las raíces más profundas de lo nacional brotan de lo local, primero, y se decantan en los estudios históricos regionales justamente valorados. El hecho o sujeto de lo nacional, por lo general, emerge después. A veces, es el fruto de un largo consenso, logrado a través de eventos y publicaciones, o, a partir del discurso político que conceptualiza su jerarquización. Por ejemplo: la continuidad de las distintas etapas de las luchas por la independencia de Cuba desde 1868 hasta la Revolución en el poder, que reveló Fidel Castro en su discurso del 10 de octubre de 1968.

El proceso histórico de la formación de la nación, la dinámica de su evolución y desarrollo —contradicciones y disensos incluidos, desde luego— deben emanar, explicar y afianzar los nexos internos, intra e interregionales, y a estos últimos no le son ajenas las localidades (asentamientos urbanos o rurales, en cualquier punto del territorio nacional) que han sido el escenario del nacimiento, las acciones realizadas, o, el fallecimiento de un héroe o heroína; o, de hechos de cualquier índole (económico, político, militar, social o cultural), que se destacan en su historia y resultan trascendentes, significativos, para la identidad e historia nacional. Por ejemplo: las invasiones británicas a la Isla de Cuba en el siglo XVIII, primero a Guantánamo (1741) y posteriormente a La Habana (1762).

¿Se lleva a cabo de este modo, de visión amplia, y armónicamente, el estudio y la enseñanza actual de la Historia de Cuba? ¿Se exponen o evidencian cuáles son los nexos entre tales hechos, si es que existen, teniendo en cuenta su pertenencia a diferentes localidades y regiones (occidente, centro y oriente) de nuestro país?

En el caso de La Habana, he señalado en el seno de la UNHIC, la escasa atención que se presta a la historia local y regional en los eventos provinciales, cuestión esta que desde 2017 se ha ido superando poco a poco. Es posible que tal situación se deba a la gran cantidad de afiliados habaneros que pertenecen a instituciones nacionales radicadas en nuestra provincia, que es, al mismo tiempo, la capital del país. En la práctica, ello induce a los investigadores a dirigir sus esfuerzos hacia temas de carácter nacional o internacional.

Para comprobar este aserto he revisado los programas de los eventos históricos habaneros, y comparé los por ciento que significan el número de ponencias de temas locales, regionales y nacionales.

También, en la Sección de Literatura Histórico y Social de la Uneac de La Habana, son relativamente pocos los investigadores que desarrollamos nuestro trabajo alrededor de la historia local y regional. Los temas tratados en las reuniones mensuales casi siempre poseen un carácter nacional, e igualmente ocurre en el listado o catálogo de nuestras publicaciones, si lo tuviéramos a mano sistemáticamente. (Ver programación año 2016 y 2017)

¿Ocurre asimismo en otras provincias del país? No. Hay un balance muy distinto. Se privilegia la importancia de los estudios regionales y locales.      

Actualmente, el territorio habanero de la primera mitad del siglo XX, y hasta 1976, se encuentra dividido en tres provincias: La Habana, Mayabeque y Alquízar. No obstante es necesario hacer una historia conjunta de La Habana y de su región histórica, cuando nos referimos a los procesos históricos anteriores a 1976.

Los vínculos existieron y existen aún, se hallan presentes en la economía, sociedad y cultura de esos territorios. Son una expresión de la unidad histórica entre muchas generaciones de sus pobladores en la vida real.

He observado en los libros de protocolos notariales de la propiedad territorial de Bejucal, de los siglos XVIII y XIX, por ejemplo, que se asientan las compras de los pobladores urbanos, individuales o colectivos (conventos, entre estos últimos) residentes en el casco histórico de La Habana. De tal forma se tejieron los intereses habaneros, de todo tipo, dentro de su región histórica, en la época colonial. De tal modo se explica el concepto de la patrilocalidad, al cual se ha referido entre otros, la Dra. Olga Portuondo, en obras de historia nacional.

Estas interconexiones, que implican la aparición de primitivas redes sociales (familiares, institucionales, amén de las económicas, en especial las comerciales) afincan la pertenencia a un territorio en particular, y la aparición y desarrollo de formas de convivencia y modelos culturales específicos.

Por ejemplo, en La Habana del XIX, la manufactura del tabaco y la industria cigarrera, dan forma y nuevo contenido a las antiguas calzadas de la capital; pero el modelo, a pequeña escala arquitectónica, de la pequeña fábrica, del chinchal, o, de la tabla a la ventana de la vivienda del torcedor o torcedora aislados, es el que más se extiende por los barrios y pueblos periféricos de la capital del país. 

A pesar de la extrapolación de algunos de dichos modelos, principalmente los urbanos capitalinos, a otros pueblos de la región o del país, en estos últimos su expresión edificatoria, como expresión social, se modifica y adecua a los recursos económicos y técnicos existentes localmente, cuando no ha aparecido un comercio de importación que sustituyó al local.

También, la capital extiende su influencia hacia otras provincias y pueblos del país, logrando afectar sus tradiciones. Por ejemplo: la existencia del lector de tabaquería, de asociaciones obreras locales y nacionales del ramo, etc., necesariamente forjan vínculos que abarcan la porción del territorio donde se ha instalado algún tipo de producción tabacalera.

Igualmente, se distinguen en otros aspectos: la gastronomía, las manualidades, las artes plásticas, principalmente las relacionadas con el paisaje (urbano o rural), la literatura… En fin, hay confluencias de la vida económica, social, política y cultural que nos identifican y, al propio tiempo, ellas aportan su caudal informativo a la historia de la nación. De ahí la importancia del rescate y jerarquización de los estudios regionales y locales.

Por último, deseo expresar que la subsistencia del llamado “habanocentrismo” en nuestra realidad e historiografía, tiene mucho que ver con la condición de capital del país de que ha disfrutado La Habana, desde el siglo XVI, hasta el punto de llegar a distorsionar gravemente su reflejo en la Historia nacional.

Es interesante recordar que el proyecto metropolitano de la oligarquía habanera del siglo XIX, ganó terreno en todo el país con un viso “colonialista”. No fue hasta la segunda mitad del siglo XX, décadas del sesenta y setenta, cuando ocurrió un cambio radical en muchas regiones y localidades urbanas y rurales, debido a los nuevos proyectos de desarrollo socialista del país realizados por el gobierno revolucionario, de forma centralizada y sectorial. Los resultados en el tiempo ocupan hasta hoy, al menos, seis décadas; no obstante, su estudio es muy importante y decisivo para el futuro desarrollo de Cuba en el siglo XXI

En un país de territorio pequeño, como es el caso de nuestro archipiélago, se hace posible un avance relativamente homogéneo e integral en la educación, salud, ciencia y tecnología, y cultura.  

Se multiplican los centros y focos locales en el desenvolvimiento de cada región y de la nación, contando con el mejoramiento del sistema de los medios de comunicación y de transporte, a pesar del deterioro existente y de la poca atención a los subsistemas provincial y municipal de los viales y a la organización del transporte público en general. Esto último constituye un gran “talón de Aquiles” para nuestra economía e igualmente para la vida en sociedad.

Finalizo este análisis destacando algunas recomendaciones que se derivan de él: sugiero a las autoridades y funcionarios correspondientes tener en cuenta la necesidad de revitalizar los estudios regionales y locales; de asumir métodos idóneos para hacer que sus resultados y aportes contribuyan ciertamente al desarrollo de la historia nacional.

Debería estar priorizada la creación de un registro nacional de investigadores e investigaciones de temas locales y regionales en las distintas épocas históricas; lograr que este se actualice anualmente, y nos permita trabajar en red determinados temas de interés colectivo, con el apoyo de las nuevas tecnologías de información computarizada.

Fomentar el interés y el respeto de los lectores por la historia local y regional, a través de la actividad de conferencias, ventas y presentaciones de libros en soportes varios, sería otra importante contribución al sentido de pertenencia ciudadana y a lograr un mayor avance en los estudios históricos nacionales.

 

NOTA: Este trabajo fue inicialmente una ponencia, del mismo título, presentado al “Encuentro nacional de Literatura Histórico Social” organizado y dirigido por la Sección de Literatura Histórico Social de la Uneac; realizado en Sancti Spíritus en enero 22 – 25 del 2017. El contenido aún se considera vigente por la Autora. L. A. A.


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