Quito, Ecuador - En una noche que desbordó emociones intensas y reflexiones profundas, la sala de teatro alternativo Vértigo se convirtió en el escenario de una presentación que no dejó indiferente a los asistentes. La obra Baltasar o El estafador fue el centro de atención, en donde las sombras de la personalidad humana se hicieron tangibles a través de un personaje que, más que un ser ficticio, se transformó en un manifiesto del mal.
Presentada por el grupo GPS Teatro en colaboración con Gesto Teatro, esta obra está inspirada en el texto original de Joaquín Lorenzo Luaces y lleva al público a un viaje donde se exploran los recovecos más oscuros de la mente humana, revelando la naturaleza de un hombre que, en su afán de poder, manipula la moralidad, las emociones y la verdad. Baltasar, el protagonista, no es solo un estafador en el sentido común del término, sino un hombre que busca desenmascarar las verdades ocultas, pero a costa de abrazar las sombras y el caos. El personaje, interpretado magistralmente, se presenta como un ser que despoja de sus máscaras a la sociedad misma, desnudando sus vicios y sus engaños.
Baltasar se presenta como un ser que despoja de sus máscaras a la sociedad misma, desnudando sus vicios y sus engaños.
Este espectáculo, que forma parte de la Residencia Artística de Teatro Físico, promovida por el grupo Gesto Teatro y el Pabellón de Las Artes de Pichincha, aporta una dimensión innovadora al montaje, que va más allá de la simple actuación para integrar el movimiento físico como lenguaje esencial.
Una obra que desafía convenciones
Baltasar o El estafador no es solo una pieza de teatro, es una invitación a reflexionar sobre los límites de la ética, la verdad y el poder. En un mundo que constantemente se enfrenta a manipulaciones y desinformaciones, la obra presenta una figura central que, más que un villano tradicional, es un espejo de la corrupción que habita en todos los rincones de la sociedad. La puesta en escena, cargada de simbolismo, juega con luces, sombras y sonidos de manera que el espectador se siente sumergido en la misma oscuridad que el protagonista va desvelando.
El espacio de la sala Vértigo aportó a la atmósfera sombría y envolvente de la obra. La pequeña y acogedora sala de teatro alternativo, sede del grupo Tercera Campanada, se convirtió en el lugar perfecto para dar vida a una historia que se siente cercana y perturbadora al mismo tiempo. La cercanía con el público, la interacción casi directa con el espacio y la intensa energía que se genera en cada gesto y palabra, permite que la audiencia se vea empujada a cuestionar sus propias creencias sobre el bien y el mal.
La sala Vértigo se convirtió en el lugar perfecto para dar vida a una historia que se siente cercana y perturbadora al mismo tiempo.
Un juego de luces y emociones
La dirección de la obra, con una propuesta de escenografía minimalista pero simbólicamente cargada, se sirve de las luces para enfatizar los momentos más tensos y reveladores. Las sombras juegan un papel fundamental, creando espacios ambiguos donde el bien y el mal se confunden, donde lo luminoso y lo oscuro se entrelazan de manera que el espectador no sabe si está ante la verdad o ante una nueva mentira de Baltasar. La música, por su parte, se convierte en otro personaje, con notas disonantes que refuerzan el desconcierto emocional del público.
Reflexiones finales
El grupo GPS Teatro ha logrado crear una pieza que no solo pone en evidencia las sombras de la sociedad, sino que también nos invita a mirar en nuestro interior, a preguntarnos hasta qué punto somos capaces de sucumbir a esas mismas tentaciones.
En una ciudad como Quito, donde el teatro alternativo se ha convertido en un espacio crucial para la reflexión y el cuestionamiento social, Baltasar o El estafador se erige como una de las propuestas más atrevidas y profundas de la temporada. Una obra que, sin duda, continuará dando de qué hablar mucho tiempo después de su última función.
Fotos: Marcel Villa
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