“En ascenso por influjo febril hecho de ilusiones vedadas,
no soy la primera en llegar ni la última que acurruca su alma.
Rincón donde naufragar, donde la aurora se rompe en suspiros.
Trocito remoto del mundo donde hiela y crepita la vida”.
Marina Arsuaga
Para la Alianza Francesa de Cuba, anclada en una encrucijada de caminos que van y vienen entre Centro Habana y la Habana Vieja, y de estos a varios sitios de la capital cubana, ampliar la nómina promocional de artistas en abrazo expansivo a las comunidades, barrios cercanos y creativos donde ellas y ellos viven, es parte también de la misión cultural de la institución educativa franco-cubana.
En este noviembre, la galería Picabia, ubicada en el Palacio de Prado y Trocadero, acoge una exposición muy particular, distintiva por ser una radiografía cierta de la vida y obra de Mercedes Pardo. Ella, formada en la célebre academia de San Alejandro en las especialidades de pintura y dibujo; con una trayectoria profesional en el Museo Nacional de Bellas Artes como registradora y museóloga; en el Departamento de Ambientación de la Televisión Cubana y en sus cursos de formación vocacional para niñas, niños y jóvenes en distintas comunidades habaneras; la exposición es cartografía raigal de su universo imaginativo. Raigal, en tanto enfatiza la profundidad, la esencia y carácter fundamental del recorrido que acá se exhibe; suerte de plataforma de la artista para seguir creando, tejiendo, pintando, confeccionando y componiendo con los materiales más diversos.
En su Alamar de residencia, allí frente a la vegetación silvestre costera y el mar, los azules se acumulan para devolverse con trazo firme y, a la vez, sinuoso, imaginante, nada conservador y presa de los antojos más suspicaces. De ahí que, en Azul, título que lleva la muestra, sus autorretratos parecerían replicar su entorno, su obrar viviente y su infinita alegría. Mercedes nació mulata, cual hado elocuente de sus muchas raíces multiplicadas. Ella, como aquella bailarina sobre fondo malva, acuarela, tinta china, pastel y collage que el filósofo y poeta francés Paul Valéry recreara de manera rutilante e insistente, gravita y se eleva de su entorno cotidiano a los muros de la galería.

El Excelentísimo señor Rafael Trannoy, embajador de Francia en Cuba, junto a la artista Mercedes Pardo, autora de la muestra Azul.
Su azul y sus azules, es pretexto y hondura, contexto situado y porfía cromática, suerte de set atado a un conjunto de sabores y contrastes; en él se originan las combinaciones que otorgan maneras de hacer infinitas y singulares las alquimias y algoritmos de su firma artística como “La Parda”.
Papier marché, tejido macramé, dibujo, pintura, acuarelas, pasarelas superpuestas que bifurcan el proceso creativo y su juego con la percepción del objeto re-creado, así resumimos la variedad de segmentos acá expuestos. Una veintena de piezas, entre esculturas, pinturas, objetualidades policromadas, giran en torno a la necesidad de exaltar las cualidades afectivas que encontramos en lo inmediato del vivir y el soñar, del amar y la rabia. Parecería que La Parda burla todo sentido exhaustivo de la forma y aquel nexo existencial evidente que suele encontrarse entre sujeto y objeto, por medio de la representación de espacios privados (reales e ilusorios) y su determinado tratamiento pictográfico, constructivo, artesanal.
En Azul coexisten obras de distintas formas de hacer y resoluciones que surgen solo por medio de la experiencia y el carácter expresivo (y por tanto afectivo) de las mismas, de tal modo que, se entienda así la conexión intrapersonal existente entre la artista y su obra; entre ellas y el público veedor.
Gracias a Mercedes por seguir siendo desde la infinitud de sus azules, desde lo aparentemente ingenuo de sus rostros, siluetas, cópulas, cuerpos y luces, cual “trocito remoto del mundo donde hiela y crepita la vida”.

Deje un comentario