Juana de América


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Precisamente fue Don Alfonso Reyes y otros diplomáticos  e intelectuales  de la época quienes la llamaron Juana de América. Me refiero a Juana de Ibarbourou. Fue en 1929, en el Palacio Legislativo del hermano país y el reconocimiento de manos de Juan de Zorrilla y San Martin, que era un destacado  escritor, docente y periodista  uruguayo. Cuentan que Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez visitaron a la poeta,  en su casa de Uruguay.

Nació Juana, en Melo, una provincia del interior de su país en 1895.  De niña afloró su inquietud literaria. Aprendió bien el francés y se hizo maestra de este idioma muy popular en su época. Al ir surgiendo sus páginas hacia un naturalismo transparente,  la sorprende   un suave erotismo, ingenua, inquieta, etérea…

Medio día  de Enero. Bordean el camino./Cardos grisáceos, duros , con la cimera azul,/En la gracia redonda de la flor, las avispas/Con la miel escondida sorban vientos y luz………

Aquella jovencita de alrededor de 19 años  se casó con el Capitán  Lucas Ibarbourou.  Al principio firmaba sus textos con su nombre de pila Juana Fernández Morales, después  adoptó para su creación el sobrenombre de Juana de Ibarbourou.

 Mujer

Si yo fuera hombre, qué hartazgo de luna/de sombra y silencio me había de dar!/¡Cómo noche a noche, solo ambularía,/ por los campos quietos y por frente al mar.

Si yo fuera hombre qué extraño  qué loco,/tenaz vagabundo que había de ser,/

amigo de todos los largos caminos/que invitan a ir lejos para no volver.

Cuando así me acosan, ansias andariegas,/¡Qué pena más honda  me da ser mujer!

Al avanzar su vida, otras tonalidades adquiere  su poesía. Nuevas poéticas la asaltan. La influencia europea, el modernismo latente, la fuerza rubendariana, logran en ella,  un estilo insuperable.

¡Qué es esto prodigio mis manos florecen!!!! Y su dulce milagro que le hacen florecer rosas de sus manos que brotan como estrellas, que le digan loca, que la encierren en una celda,  esa que tendrá la fragancia de un inmenso ramo de rosas de Francia.

Un creacionismo insurgente eran evidente.

La hora

Tómame ahora que aún es temprano/y que tengo dalias nuevas en las manos.

Tómame ahora que aún es sombría/ esta taciturna cabellera mía./Ahora  que tengo la carne olorosa/y los ojos limpios y la piel de rosa./Ahora que calza mi planta ligera/ la sandalia  limpia de la primavera./Ahora que en mis labios replica la risa/como una campana sacudida a prisa.

Después…. ah,  yo no sé/que ya nada de eso más tarde tendré!/Qué entonces inútil  será tu deseo,/como ofrenda puesta sobre un mausoleo./Tómame ahora que aún es temprano/y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy y no más tarde. Antes que anochezca/y se vuelva mustia la corola fresca./

Hoy y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves/que la  enredadera  crecerá ciprés?

Fue en 1938,  cuando en Montevideo se efectuó un fabuloso encuentro entre tres poetas que iban a conversar sobre sus creaciones literarias. Eran las cantoras,   la uruguaya Juana de Ibarbourou, la chilena  Gabriela Mistral y la argentina Alfonsina Storni. Aquellas mujeres del 20,  dejaron junto a otras, una estela de gloria en Nuestra América.

Siempre me gustaron los  versos de la Ibarbourou  para los niños, aquí les dejo una muestra  que siempre  llevo en mi memoria.

De una canción de cuna son estos versos:

¡Pajarito chino/De color añil!/Canta que mi niño/Se quiere dormir.

¡Pajarito chino/De color punzó!/Calla que mi niño/Ya se durmió.

Pudo sentarse Juana de América en el asiento de la Academia Nacional de las Letras y fue Presidente en 1950 de la Sociedad de Escritores Uruguayos.

En 1959,  le fue concedido  el Premio Nacional de Literatura,  por primera vez  otorgado en su país.

Murió en 1979,  a los 84 años. Fue enterrada como Ministro de Estado  del Uruguay,  en un panteón familiar en el Cementerio de Buceo.                              


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