Represores confiados, oportunistas e incrédulos vs. revolucionarios, realistas y decididos. El valor de la unidad.
El 12 de julio de 1957, Fidel Castro Ruz, se reunió en la Sierra Maestra con el presidente del Partido Ortodoxo Raúl Chibás Ribas y el expresidente del Banco Nacional de Cuba, Felipe Pazos Roque, para acordar la posibilidad de un gobierno provisional en armas y constituir el Frente Cívico Revolucionario, con partidos políticos y organizaciones no necesariamente insurreccionales, pero sí que negaran todo apoyo a la tiranía. Del encuentro emergió el “Manifiesto al pueblo de Cuba”, conocido también como “El Manifiesto de la Sierra”.
En octubre del propio año, Felipe Pazos, lideraba un documento denominado “Acuerdo de la Junta de liberación de Cuba” o “Pacto de Miami”, en el que se involucraban el Movimiento 26 de Julio –a espaldas de Fidel-, el Directorio Revolucionario 13 de marzo, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), la Organización Auténtica (OA), la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y el Directorio Obrero Revolucionario.
El 14 de diciembre, después de una reunión de la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio en la Sierra, se impugnó el Pacto de Miami y se propuso al doctor Manuel Urrutia Lleó, presidente de la Sala Tercera de lo penal, de la Audiencia de Santiago de Cuba, como futuro presidente del gobierno revolucionario provisional. El nuevo Pacto de Caracas, terminaba de deslegitimar al de Miami. El 31 de diciembre de 1957 se disolvía la Junta de liberación de Cuba.
La guerra se extendía en Oriente. El primero de marzo de 1958, el comandante Raúl Castro Ruz, fundaba el Segundo Frente Oriental Frank País y el día 6 del propio mes, el comandante Juan Almeida Bosque, el Tercer Frente Oriental Mario Muñoz Monroy.
La ofensiva del Ejército de Cuba (EC) contra la Sierra Maestra, llamada Plan FF (Fase Final o Fin de Fidel), iniciada el 24 de mayo, aleccionados por la frustración de la huelga general revolucionaria del 9 de abril, había terminado en un rotundo fracaso en sólo 76 días. 14 batallones de infantería, siete compañías independientes, más la Marina de Guerra Nacional y la Fuerza Aérea del Ejército de Cuba (FAEC), se desmoronaron en 30 combates y seis batallas. Derrotadas las fuerzas armadas de la tiranía comenzaría la contraofensiva del Ejército Rebelde.
¿A qué fuerzas armadas se enfrentaban unos 600 guerrilleros?
Ejército de Cuba (EC) era el nombre oficial de aquel ejército, con su uniforme amarillo y su sombrero alón plano al estilo tejano o de la policía montada del Canadá. Había sido formado en 1900 en plena primera ocupación militar estadounidense de Cuba (1ro. de enero de 1899 – 20 de mayo de 1902) para salvaguardar los intereses de los ocupantes norteños, una vez que se marcharan, y de la oligarquía criolla cual fiel aliada.
En sus años iniciales lo habían formado con exmiembros del Ejército Libertador Cubano (ELC) o Ejército Mambí que en tres guerras y treinta años había combatido por la independencia cubana (1868-1898) mezclados horriblemente con exmiembros del Cuerpo de Voluntarios, exguerrilleros y contraguerrilleros al servicio del colonialismo español, que habían cometido toda clase de atrocidades contra el pueblo cubano; de aquello no podía salir una institución al servicio de los más elevados valores por los que habían ofrendado sus vidas miles de patriotas.
De hecho, no reconocieron para sus filas a los oficiales negros y mulatos del Ejército Mambí, algo inconcebible cuando en las filas mambisas combatieron unidos hombres y mujeres negros, pardos, blancos, amarillos, indígenas… desde soldados hasta generales indistintamente.
Aquel ejército tuvo varios nombres. Primero fue Ejército Permanente y el cuerpo de la Guardia Rural por separado, después Ejército Nacional al fusionarse ambos en 1909, más tarde, el ya mencionado Ejército de Cuba y siempre reconocido como “el Ejército Constitucional”. Pero siempre fue amarillo, no solo por el color del uniforme sino también por su tristemente célebre actuación en la república como represor de la Guerrita de 1906 donde fue asesinado por ese ejército el general de división del ELC Quintín Bandera Betancourt, también represor de la protesta armada del Partido Independiente de Color en 1912 asesinando alevosamente a civiles que nada tenían que ver con el levantamiento.
Era el ejército servil a los terratenientes y a las compañías azucareras norteamericanas y el que secundó a Fulgencio Batista Zaldívar en el golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Pero no era cualquier ejército en la década de 1950.
Su principal cuerpo era la Guardia Rural, cuyo primer jefe fue el mayor general mambí Alejandro Rodríguez, quien al final de la contienda en 1898, había sido alcalde de la Habana, de facto, nombrado por los interventores estadounidenses. La Guardia rural contaba con una estructura regimental mixta de infantería y caballería por provincias, con nombres de patriotas que, en lo absoluto honraban. El Regimiento No. 1 Maceo, con jefatura en el cuartel Moncada, de Santiago de Cuba; los regimientos No. 2 Agramonte y No. 3 Leoncio Vidal en Camagüey y Santa Clara respectivamente; el regimiento No. 4 Plácido, con sede en el cuartel Goicuría, en Matanzas –en enero de 1958 se trasladó para la nueva Ciudad Militar de Gelpi- y los regimientos No. 5 Martí y No. 6 Rius Rivera, en La Habana y Pinar del Río respectivamente y cada jurisdicción constituía un distrito militar. Al dividirse la provincia de Oriente en dos distritos militares: Oriente Norte y Oriente Sur, se creó el regimiento No. 7 Calixto García en Holguín.
Los regimientos de aquella odiosa Guardia Rural se conformaban por escuadrones, coincidentes con el territorio de un término municipal o de varios, y estos a su vez, por pequeñas unidades llamadas tercios tácticos. Por toda Cuba había guardias rurales.
Pero no era eso solamente el Ejército de Cuba. Contaba con fuerzas élites de todo tipo de fuerza armada y moderno armamento suministrado por los Estados Unidos: la División de Infantería Motomecanizada Alejandro Rodríguez, formada por tres regimientos y sede en la Ciudad Militar -ese fue el nombre que se había dado al antiguo Campamento de Columbia, fundado por el ejército interventor yanqui en 1899-; también contaba con el regimiento No. 7 de artillería Máximo Gómez y el No. 8 de tanques 10 de marzo, con bases en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña y el campamento militar Adolfo del Castillo, de Managua, respectivamente. Tenía su escuela de cadetes en el castillo de Atarés, el Hospital Militar Finlay en la Ciudad Militar y el siniestro Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
Las llamadas Fuerzas de aire, mar y tierra de la república, cuyo Estado Mayor Conjunto también estaba en la Ciudad Militar, contaban, además de las tropas terrestres, con la Fuerza Aérea del Ejército de Cuba (FAEC) con modernos aviones caza-bombarderos. Su estado mayor estaba al lado norte de la Ciudad Militar con entrada por la Avenida Coyula y Calle 8, del reparto Ampliación de Almendares –nombradas después de 1954: Avenida 19 y Calle 84- allí estaba su principal aeropuerto, pero contaba con el aeropuerto del campamento militar de Managua y las bases aéreas de San Antonio de los Baños, San Julián, Santa Clara y Holguín, con su propia escuela de cadetes en San Julián.
Por último, la Marina de Guerra Nacional, con su estado mayor en un elevado edificio de la Avenida del Puerto, bases navales en Bahía Honda-Cabañas, Cayo Loco en Cienfuegos y Nipe-Antilla, su escuela de guardiamarinas: la Academia Naval del Mariel, su Hospital Naval en construcción, sus puestos de la Marina por todo el archipiélago y otro siniestro organismo: el Servicio de Inteligencia Naval (SIN).
La bandera del 4 de septiembre –confeccionada en alusión a la fecha de 1933 en que Batista usurpó el poder por primera vez mediante un cuartelazo- tenía tres colores: amarillo, blanco y azul. Los dos primeros eran: el ejército y la marina y el último, la policía. Hablemos de ella.
La Policía Nacional, al igual que la Guardia Rural, es de muy triste recordación, había sido formada también en los años de la primera ocupación yanqui, primero en La Habana y después extendida al resto de las ciudades y originada con los mismos principios de la Guardia Rural. Su primer jefe fue el general de división mambí Rafael de Cárdenas Benítez, quien terminó la guerra en 1898 como Jefe de la 2da división Habana del 5to Cuerpo del ELC.
En la década de 1950 elevó a su máxima expresión el espíritu criminal y sanguinario. Su jefatura nacional estaba en las calles Cuba y Chacón, en La Habana Vieja, la radiomotorizada en la calle Saravia del Cerro y trasladada después a las faldas del castillo de Atarés, tenía su hospital en la barriada de Pueblo Nuevo y sus odiadas estaciones en cada municipio de Cuba; la llamada División Central abarcaba cuatro municipios: La Habana, Marianao, Guanabacoa y Regla con estaciones criminales que competían unas con otras por asesinar y torturar más, incluso fuera de sus correspondientes demarcaciones. Célebres se hicieron la 5ta Estación del teniente coronel Esteban Ventura Novo, la novena, la decimoquinta y, definitivamente todas.
La picana eléctrica, el “bicho de buey” y otros elementos de tortura física, “el niño” de la 10ma Estación que extraía los testículos de sus prisioneros con sus propias uñas y manos… se hicieron morbosas leyendas.
Y para redondear: el Buró de Investigaciones, el Buró Represivo de Actividades Comunistas (BRAC) y los paramilitares de Rolando Masferrer junto a los “chivatos” o “33-33” en alusión a los 33 pesos con 33 centavos que se les pagaba por cada delación.
80 mil hombres sobre las armas –que incluía la Reserva Militar o “casquitos”- en toda aquella maquinaria infernal, de oficiales académicos de carrera y oficiales improvisados “a la carrera”, sargentos, cabos, alistados, policías, marineros, masferreristas, chivatos… era la fuerza a la que se enfrentó una juventud heroica a partir del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953 y durante los cinco años, cinco meses y cinco días que mediaron hasta el 1ro. de enero de 1959.
Las fuerzas derrotadas por el Ejército Rebelde, las milicias urbanas del Movimiento 26 de julio, los comandos del Directorio Revolucionario 13 de marzo y otras organizaciones revolucionarias y fuerzas insurreccionales, no eran ni minoritarias ni improvisadas, ni armadas a la antigua. Eran fuerzas numerosas, modernamente armadas, entrenadas y en muchos casos con oficiales profesionales. En la propia Ciudad Militar de Columbia, radicó hasta el 5 de enero de 1959, la Misión Militar de Estados Unidos que actuaba como asesora.
Las columnas y frentes rebeldes eran solo cientos y los luchadores clandestinos cruelmente perseguidos y asesinados sin más pudor en cualquier calle. Sólo el valor de las ideas y la unidad en torno a Fidel Castro pudieron defenestrar esa maquinaria.
Había el axioma de que “en Cuba se podía hacer una revolución con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército” y existía la convicción del “fatalismo geográfico” por la que no se podía hacer nada en Cuba en contra de los intereses estadounidenses. El proceso revolucionario iniciado el 26 de julio de 1953 demostró que ambas predicciones podían enterrarse.
Deje un comentario