Me comentó Beltrán, mientras la montaba, que Metapheroe Natural estaba mejor que la exposición de la sede nacional de la Sociedad Cultural José Martí (SCJM). El promotor de la Sociedad me ponía en aprietos, como a todo padre cuando se les incita a comparar a sus hijos.
Porque a los dos espacios invitaría a mis amigos, para intercambiar pareceres, sugerencias y críticas. Brotaron de mí, no con los mejores materiales ni con el tiempo que amerita la perfección, pero sí con el cariño y la responsabilidad que conlleva activar a Martí en los tiempos que corren, agitados y precarizados de la observación poética.
Son muestras diferentes, en sus virtudes y defectos. Se integran por obras nacidas en momentos y con motivaciones distintas; aunque todas tienen a Héroe/Poeta como protagonista, como semilla para contemporáneas reflexiones. Hilvanan temáticas distantes, pero a la vez comunes, hasta el punto que algunas piezas pudieran pertenecer a una y a otra, a la narrativa de Con la estrella y la rosa, como a la que inauguramos hoy en la centrohabanera galería de la filial habanera de la SCJM.
En esta, la primera del año, les propongo el ascenso por la naturaleza martiana, el traslado hacia ese bosque extenso y profundo que es su legado, para bocetar su naturalidad y alumbrarnos con ella. Como también hago con la próxima a inaugurar en la Biblioteca Infantil Antonio Bachiller y Morales, muy cerca de aquí, en Reina entre Lealtad y Escobar.
No es sólo su abrazo con la “Pacha Mama”, sino las lecciones que descubrió con ella, como “Maestra Principal” de los seres humanos. Lo que propongo es iluminarnos con su legado, para encontrar las analogías, inmanente e invisibles, del “sistema armónico universal”, para conducirnos mejor por la vida, en nuestra relación con el entorno biótico, social y tecnológico, con nuestros cotidiano presente y el más trascendente pasado; para expandir, con nuevas posibilidades, nuestra felicidad.
“…les propongo el ascenso por la naturaleza martiana, el traslado hacia ese bosque extenso y profundo que es su legado”.
Son 20 apuntes gráficos, resultantes de ensayos reflexivos y de búsqueda formal, desde el imaginario del más grande de los cubanos, desde sus paradigmas éticos y estéticos. Son ejercicios metafóricos para honrar a Martí[at1] , actualizándolo y activándolo en los sujetos de hoy, con sus expectativas y preocupaciones. Entre ellas, la aspiración de una relación armónica con su medio ambiente.
Bien nos valen estos apuntes cromáticos que con humildad les comparto. Cuando se propaga la competencia y el “sálvese quien pueda”, cuando se impone y normaliza esa lógica tan bárbara, de confrontación y competencia, a la vez que se entroniza una axiología basada en la apariencia, en las etiquetas y el brillo del artificio, de las sobrepieles, de la ropa, la casa y el carro que se ostenta.
Para el Maestro, conocer el “misterioso mundo interno” y el “maravilloso mundo externo”, tanto del “rayo de luz que penetra en las nubes y se hace arcoíris”, como del “espíritu humano que se acerca y eleva con las nubes del alma y se hace bienaventurado”, nos permite ascender de la bestia al Homagno. “Crece el alma en grandeza con la contemplación de los grandores naturales”, dijo.
Ese es el discurso central de la muestra, pero al unísono laten otros que interconectan las obras, que las ponen a dialogar como apreciarán. Y quiero hacer hincapié en el menos conocido y que pudiera entorpecer la escalada. Hablo del porqué trasladar al más grande de los cubanos hacia el mundo árabe.
La primera motivación es muy obvia, por lo que pasa en estos instantes en Gaza, contra la naturaleza humana, que lo haría ahora a decir “Seamos palestinos”, como dijo en su momento “Seamos Moros”.
Recordemos que al escribir muy joven su drama Abdala, simboliza a Cuba por medio de Nubia, una nación árabe para él. “Siento en el corazón como un caballo árabe”, apuntó en alguna ocasión.
La más profunda motivación es propiamente martiana. Lo que hago es retomar esa metáfora muy íntima y familiar, que lo hace llamar Ismaelillo a su hijo, y enviarle dos mensajes en versos a su esposa Carmen Zayas Bazán, aquellos donde habla de una perla y una mujer árabe que la lanza al mar, que la desprecia. Para luego, suplicarle al mar: “devuélveme mi perla”.
En el poema XLII de sus “Versos Sencillos”, ella es Agar, personaje Bíblico, esclava egipcia que regalan a Abraham y madre de Ismael. Mientras, en la Edad de Oro es una mora de Trípoli. Nótese que va del Levante, por donde sale el sol hacia el Magreb, donde se pone, más al oeste. El primero lo escribió esperanzado en el regreso de su esposa y adorado hijo; el segundo, en el ocaso de la relación que significó la lejanía definitiva.
La “semilla” de los dos poemas la encontró el investigador Salvador Arias en una crónica de 1889 para La Nación de Buenos Aires, dónde entre otros aforismos Martí nos legó este: “La animalidad y el egoísmo son los enemigos del mundo: se necesita crear en los pueblos el ala y el desinterés”.
De eso se trata, de ascender abrasados a la naturaleza, de aprender de ella a cultivar el ala y el desinterés, un humanismo que tiene como expresión más alta el patriotismo. Y por muchas razones, cuidarla, porque si perdemos esta inmensa “perla” que es nuestro sistema planetario... no quedará ni quién nos reclamé: “¿Qué hiciste, torpe, qué hiciste?”.
Imágenes: Cortesía del autor
https://www.lajiribilla.cu/metapheroe-nacional/
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