Portal Cubarte  -  Qué rumba señores...qué rumba esta

Qué rumba señores...qué rumba esta


que-rumba-senoresque-rumba-esta

“No es que la marea suba

Es que está crecido el mar.”

I

En ningún registro histórico aparece el nombre del barco o del capitán en que llegaron a estas tierras algunos de los antepasados de esos negros que fueron establecidos lo mismo en la llanura de Matanzas o en las de la Villa de San Cristóbal de La Habana, como mano de obra esclava para alimentar los sueños de la sacarocracia cubana. Eran los comienzos del período decimonono.

En la lejana Europa la invención de la máquina de vapor cambiaría las relaciones de producción y el ferrocarril sería la máxima expresión. Ese mismo continente vivía la pasión napoleónica y ya se hablaba en voz baja del posible voto de las mujeres.

Eso era en aquella parte del mundo. En esta parte del mundo, llamada Cuba; aquellos negros venidos de diversas zonas del África fueron logrando que sus hijos alcanzaran el estatus de libertos y abandonaran la mirada dura del mayoral cuando blandía el látigo; o que sus hijas escaparan a las lascivas miradas del amo blanco que disfrutaba refocilarse con las negras de barracón para alimentar esos bajos instintos o pasiones reprimidas.

Los seis de enero había cabildo y bailes de nación. Los seis de enero se recordaban los cantos venidos en aquellos barcos de los que nadie sabe hoy el nombre del capitán y que no arrojaron su preciada carga negra al fondo de los océanos.

Ellos, los sobrevivientes, los negros de zaguán o de barracón, son los padres de quienes a fuerza de resistencia abrieron las primeras rutas sonoras de esta tierra. Una música que se llamará rumba y que está bañada por la sangre y el sudor de muchas naciones y que tendrá en el tambor –o en la familia de tambores–, en la clave y en el canto, sus mayores argumentos para trascender y aparecer en los registros históricos.

II

Cierto, la rumba primigenia, aquella rumba era cosa de negros; lo mismo curros, que de nación. Era cosa de negros, negros marginales que vivían a las orillas de los puertos de La Habana y Matanzas. Los mismos que vivían hacinados en cuarterías en los barrios periféricos de estas ciudades. Aquellos que eran obligados a salir de la ciudad cuando se cerraban las murallas y de esas negras de vestidos coloridos que vivían en infiel concubinato y alimentaron con su seno materno a los que les marginaban; esos que transgredían las buenas costumbres en los bailes de nación, reviviendo algún antepasado perdido cuyo color de piel era tan oscuro como la levita que esa noche llevaban.

Era cosa de negros y no se podía permitir. Estaba bien que los negros tuvieran buenos oficios. Estaba bien que dominaran la sastrería y el arte de tocar el violín; estaba bien que cocinaran aquellos platos que fundaron la tradición culinaria cubana; eso estaba bien. Lo que no estaba bien era ese amor al tambor y al sudor; ese gusto por el ron y hasta que se asociaran en cabildos o en potencias para protegerse de quién sabe qué enemigo. Los negros y esa música llamada rumba, diría un importante periódico de la época que acostumbraba a regañar a todos, son un freno al progreso de esta nación. Por ello, cierta autoridad política la prohibió por decreto; como si un decreto pudiera más que la sangre y la resistencia de quienes alimentaron su alma a golpe de sufrimiento.

Si no se nos permite hacer rumba –dijeron aquellos negros–, hacemos coros de clave; o para decirlo en palabras de estos tiempos: la vestiremos de gala, pero rumba será; y seremos negros finos y no tocaremos más rumba, y no tocaremos más rumba…; y llegarán las palmas y las claves acelerarán su tiempo; y se hará nuevamente la rumba, por los siglos de los siglos.

Hubo estilos y modos de hacer la rumba. Hay un guaguancó; y una columbia que es cosa de hombres bien jurados; y la tahona; y está el yambú donde no se vacuna y que es paso de los mayores, de los que están cansados de la vida, pero su alma y espíritu permanecen intactos, vivos; y la jiribilla; y así hasta llegar hoy al guarapachangueo.

Cierto trasnochado alguna vez, en su afán de blanquearla, le buscó origen en aquella España que marcó las espaldas de los fundadores. Que si tenía parientes en Sevilla, que si estaba asociada a la que hacían los catalanes, que de Andalucía llegaron los primeros…; y así trató de endilgarle al Gran Almirante y a sus acompañantes el mérito que no les correspondía.

Que hubo negros andaluces en Cuba, cierto. Que nos trajeron alguna que otra costumbre, también es cierto. Pero aquellos negros no eran yorubas, ni lucumíes, ni mandingas; mucho menos venían del Calabar o de las llanuras del Dahomey. No sabían de dioses y lenguas que el amo no entendía y mucho menos de tambores de distintos tamaños, formas y afinación. Aquellos negros que España aportó, adolecían de amor por el cuero, y la mar de las veces les avergonzaban sus iguales africanos.

III

La rumba entraría, llegado el siguiente siglo, el XX, en nuevos espacios. Los rumberos se abrirán lugar más allá de los solares y accesorias de las zonas donde les era permitido vivir. Llevarán sus rezos y ritos a los lugares más insospechados de las ciudades. Rumberos, discretamente contratados, harán el trabajo sucio de algunos políticos con los cantos críticos a sus rivales; otros saldrán en total marcha festiva cuando se permiten las comparsas y los paseos.

Habrá sones y rumbas, y rumbas y sones escritos por Ignacio Piñeiro; habrá rumbas y sones cantadas por Miguelito Valdés a quien la vida le permitió ser mulato blanconazo, y afros escritos con los rezos a los santos marginados de aquellos negros hijos de los que sobrevivieron a la travesía del África al Caribe.

Habrá rumba golpeando la puerta de su primo el jazz y un rumbero o muchos rumberos que cruzarán los mares y los continentes y subvertirán el orden y las buenas costumbres de aquellas familias que no admiten, o no aceptan, como parte de una cultura de resistencia a la rumba. Esa cosa de negros cubanos, ese amor por el sudor y los cueros, por el ron y el canto hasta el infinito y que en una inspiración se alce al universo como un llamado de guerra: “… cubano, cubano… dónde están los cubanos…


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte