Sobre la necesidad de la periodicidad, actualización y desautomatización de la mirada en la crítica de la visualidad, versó la más reciente edición de “Entre Nos”, espacio conducido por el crítico Nelson Herrera Ysla en la sede del Consejo Nacional de las Artes Plásticas (CNAP) y vital escenario, convocado por esta institución, para ese arte que es la crítica, tan difícil e ingrata, pero necesaria.
Para la ocasión invitó al también crítico e investigador Danilo Vega, quien comentó sobre su libro La soga y el trapecista, texto provocador y libérrimo, según consideró Herrera Ysla, “el libro de Danilo se inscribe en una tradición de la crítica cubana que no necesariamente corresponde al análisis crítico... aquí se ve un ir y venir constante entre los años 70, 80 y 90; hay, también, un ir y venir de la curaduría a la crítica, de esta última a la teoría, de la teoría a la historia del arte, incluso, a la academia y la pedagogía”, dijo Nelson.
Llamó también la atención sobre la viciada metodología de historiografiar cronológicamente por periodos, sobre todo, décadas; “estamos acostumbrados a eso, clasificar por tiempos cuando en realidad lo que ha habido es continuidad con algunas pequeñas rupturas”, subrayó.
Vega agrupa en estos escritos, editados por Artecubano Ediciones, veintitrés entrevistas realizadas por él a igual cifra de especialistas de la más heterodoxa mirada en el mundo de la opinión especializada de la reciente visualidad cubana, sobre todo, de la década del 90, período difícil de nuestra historia atravesado por lo que se dio en llamar Periodo Especial y que tuvo, en opinión de Vega, una fructífera y desautomatizante producción simbólica reflejada en la crítica que, a la vez, se arropó de nuevos ángulos de análisis.
“Fue una década compleja por todo lo que estaba viviendo el país y lo que significaba en la esfera editorial, la carencia de papel... pero, en medio de todo eso, asombraba cómo se podían pensar y hacer cosas tan importantes en el ejercicio de la crítica”, señaló. Para él, según confesó, quedaba atrás una crítica que ponderaba viejos postulados estéticos de corte marxista-leninista, inamovibles, para dar paso a valoraciones más palpables de nuestra realidad.
“Despuntaba una crítica joven que logró llevar esos giros que se estaban dando en la esfera del pensamiento y la propia producción artística, hacia un mayor protagonismo del historiador del arte con altos quilates a la hora de justipreciar los análisis hechos. Todo eso me resultó atractivo para tratar el tema de la crítica de los años noventa", aseguró.
El libro es resultado de su tesis de maestría y se arma con la fibra de un investigador y cuestionador que pondera preguntas poco frecuentes y bien fundamentadas a sus entrevistados, según criterio de Herrera Ysla. Aparecen, como valor agregado, unos treinta y cinco críticos ─muy prometedores, algunos de ellos ausentes en el ejercicio en estos instantes─ de dentro y fuera del establishment, voces refulgentes en su momento y hoy ausentes del panorama de la plástica nacional.
Libro alentador, polémico, llama también al desafío, el desmontaje y deconstrucción de lugares comunes, al replanteo de nuevas tesis y no varar en lo ya trillado. Su debate conllevó a los presentes a comentar sobre la revisión de la historia, la necesidad del registro del acontecer contemporáneo del arte visual cubano, entre otros importantes acápites.
Al espacio asistieron los presidentes de los Consejos Provinciales de las Artes Plásticas, reunidos en La Habana para compartir y dialogar experiencias sobre las perspectivas de trabajo, entre ellas, la realización de espacios como estos, propuesta realizada por Daneisy García, presidenta del CNAP.
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